Una vez más demuestran que el dinero no hace la felicidad
Estudio. Dos economistas determinaron el nivel de ingresos en que la satisfacción personal comienza a decaer.
Un estudio publicado esta semana mostró que el dinero no puede comprar felicidad, o al menos no después de una cierta cantidad de ingresos.
En un artículo publicado en la revista PLOS ONE, los economistas Eugenio Proto, de la Universidad de Warwick, y Aldo Rustichini, de la Universidad de Minnesota, analizaron la relación entre los ingresos per cápita y la percepción de la satisfacción personal en varios países europeos.
Los investigadores encontraron que en los países pobres la satisfacción aumenta a medida que los ingresos crecen. Sin embargo, observaron que cuando los ingresos alcanzan un máximo en los países ricos, el nivel de satisfacción en estas naciones comienza a caer.
Al alcanzar los US$ 36 mil per cápita, el nivel de satisfacción comenzó a irse cuesta abajo y con ello los expertos concluyeron que una cantidad mayor de dinero no ayuda a las personas a sentirse satisfechas.
"La probabilidad de manifestar el nivel más alto de satisfacción es un 12% más baja en los países pobres con un ingreso per cápita bajo los US$ 5.600, que en las naciones con un per cápita de alrededor de US$ 15 mil", indicaron los autores en su informe, aunque no se sorprendieron por este hallazgo, ya que, dijeron, es difícil ser feliz cuando el nivel de ingresos no alcanza para cubrir las necesidades básicas.
No obstante, continuaron, "en los países con un ingreso superior a US$ 17 mil, la probabilidad de reportar el mayor nivel de satisfacción cambia a un rango máximo de 2%". En otras palabras, cuanto más ingresos tiene una persona, menos importancia tiene el dinero para su felicidad en general.
nivel "peak"
Los economistas también detectaron que después de cierto punto de ingresos, la línea de satisfacción tiende a irse hacia abajo. "La satisfacción parece tener su "peak" en los US$ 30 mil y luego, de forma lenta pero significativa, decae en los países ricos", indicaron.
Ciertamente, es muy difícil medir la felicidad, debido a que se trata de un valor altamente subjetivo y etéreo. Por ello, en este estudio se usaron los niveles de satisfacción personal arrojados por la encuesta World Values Survey.
En ese sondeo, a las personas se les pidió calificar su felicidad en una escala de 1 a 10 respondiendo esta pregunta: "Considerando todas las cosas, ¿qué tan satisfecho está usted con su vida en general?".
Este nuevo informe consideró, además, las variables particulares de cada país, entre ellas las diferencias culturales que podrían llevar a algunas personas a expresar un nivel de satisfacción más alto o más bajo.
En general, los hallazgos de este estudio apoyan un concepto muy bien conocido entre los economistas llamado "la paradoja de Easterlin".
En los 70, el economista Richard Easterlin encontró que en un país determinado, las personas con mayores ingresos tienen una mayor tendencia a afirmar que son felices.
Sin embargo, cuando se comparan los resultados de varios países, el nivel medio de felicidad que las personas dicen poseer varía apenas un poco, al menos en los países más ricos.
Los economistas Proto y Rustichini piensan que unos ingresos más altos no hacen a las personas más felices por la sencilla razón de que la gente ve lo que tiene en relación con lo que aspira, y que entre más tenga una persona, más es lo que querrá conseguir.
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