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Salen al rescate de la memoria del fútbol amateur del cerro Los Placeres

deportes. Trabajo realizado por Manuel Romero y Christian Farías entrega detalles de la fundación de diversos clubes porteños, así como del propio poblamiento de ese sector.
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A fines de enero o comienzos de febrero del 2014 debería estar ingresando a la imprenta un interesante trabajo titulado "Goles y fútbol en las tierras del cerro Los Placeres: Historias orales de sus poblaciones y familias". Un trabajo realizado por los autores porteños Manuel Romero y Christian Farías que cuenta el inicio del fútbol amateur en ese importante sector de Valparaíso.

La obra, que es producto de una labor de seis meses de búsqueda, investigación y redacción de diversas entrevistas a antiguos vecinos, se adjudicó dineros del Fondart 2013 y se espera que en marzo pueda repartirse de manera gratuita a los colegios y a los habitantes del cerro.

Y es que más allá de contar la génesis de la creación de una serie de clubes deportivos, en el texto se logra entender cómo se fue dando el proceso de poblamiento de Los Placeres. Claro, porque a medida que se iban formando nuevas villas, los deportistas se encontraban con el dilema de buscar escenarios donde realizar sus "pichangas" los fines de semana.

En rigor, la Asociación de Fútbol de Los Placeres nació en 1961, año en que comenzó a formar parte de la ANFA, pero habían instituciones que se fundaron mucho antes.

Primero se jugó en la cancha Mateluna, de la población el Cincel, luego se usaron dos campos de juego de la Villa Berlín y más tarde fue el turno del campo de juego Héroes del Mar, en un sector cercano a las casas de la villa El Progreso, donde la superficie era tan irregular que el arquero no lograba ver el pórtico rival, por lo que los ataques de los contrarios siempre eran inesperados.

"La cancha estaba en una loma, porque en la medida que el cerro se iba poblando se seguía subiendo para encontrar espacios relativamente planos donde poder jugar, también se armaba un suerte de ramada para instalar la mesa de control", cuenta Manuel Romero, quien aclara que los posteriores asentamientos humanos fueron adoptando el nombre de estas canchas y no al revés.

Finalmente la expansión de las poblaciones hizo que el fútbol se tuviera que volver a mudar, encontrando en una quebrada, que luego sería rellenada con los escombros del terremoto de 1971, un lugar definitivo. El campo de juego fue bautizado por uno de los equipos más tradicionales: María Eisler.

esfuerzo de comunidad

Hoy ese escenario lleva el nombre del recordado dirigente Benito Parraguez, quien en el camión donde repartía cloro se encargaba de trasladar a los futbolistas.

Farías aporta con otro dato llamativo: como varias veces las canchas no lograban contar con las medidas reglamentarias, se jugaban partidos de ocho por lado, lo que se ve reflejado en antiguas fotografías de las formaciones de los equipos.

El libro de Romero y Farías destaca además el trabajo desinteresado de vecinos en la dura labor de ir nivelando los campos de juego, y en el caso de María Eisler, instalar debajo de la cancha tubos de concreto que servían como colectores de aguas lluvias y para los residuos que venían desde el cerro.

"Se organizaban campeonatos muy bonitos, donde toda la gente participaba, con carros alegóricos y con damas que llevaban los pendones de las diferentes delegaciones", relata Farías.

Clubes como el Santa Bárbara, Sara Brown, El Cincel, El Progreso, María Eisler, Cerro Porteño, Real España, Pedro Vergara, El Poderoso o Mirella tendrán un capítulo especial, sin olvidar a los precursores, como el Pensylvania.

Además, la obra destaca el nacimiento del cuerpo de árbitros (que llegó a organizar partidos con el Colo Colo "73), los campeonatos de verano que congregaban a más de 100 equipos de todo Valparaíso y los lugares destinados al denominado "tercer tiempo", como la "Picada de la Ñata Eliana".

Diversas historias de un cerro y su gente, que en torno al fútbol fue forjando su propio carácter e identidad.