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Ordenanza para la recova de Valparaíso

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La ordenanza municipal relativa a la nueva recova de Valparaíso se halla pendiente de la aprobación del Consejo de Estado y no de la del Gobierno, como hasta aquí se había creído. Creemos que tan luego como haya un número suficiente de consejeros, se ocupara el Consejo de Estado de aquella materia.

La pavimentación de las aceras de la calle Valparaíso y Arlegui es materia que debe ser estudiada por la municipalidad. Conocido es el fracaso que tuvo el contrato primitivo, que obligó al municipio a paralizar las obras iniciadas, pues el vecindario, puso el grito en el cielo por la forma en que se estaba haciendo el trabajo.

Sobre la necesidad de pronunciarse en definitiva en relación a la aprobación del plan regulador intercomunal trató ayer la Confederación Provincial de Municipalidades, en reunión realizada en la c asa consistorial porteña. El jefe de la de la Oficina de Planeamiento, señor Carlos Mena, hizo una detallada exposición del plan.

Tras la muerte de un ciclista

La bicicleta aparece como un vehículo ideal para transporte habitual de las personas y para el esparcimiento asociado al turismo.En Viña del Mar no se ha abordado la materia como parte de una política de transporte urbano; una ciclovía céntrica discurre por Ocho Norte: cubre 9 cuadras y tiene 11 intersecciones. Así, el recorrido carece de continuidad y su utilidad es escasa.
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Ha sido necesaria la muerte de un ciclista en el camino costero de Viña del Mar para que se preste amplia atención el tema de la bicicleta y de las condiciones de las vías especiales para ellas.

La bicicleta aparece como un vehículo ideal para transporte habitual de las personas y para el esparcimiento asociado al turismo. No es contaminante; no consume energía, salvo aquella que le proporciona su conductor; su uso frecuente contribuye a resolver los problemas del transporte público y de congestión de las calles.

Sin embargo, para aprovechar esas potencialidades es necesario dotar a esos vehículos de vías segregadas, seguras, expeditas y construidas de acuerdo a sus características propias, materia que no permite improvisaciones y en la cual es posible aprovechar experiencias exitosas nacionales e internacionales.

En Viña del Mar no se ha abordado la cuestión como parte de una política general de transporte urbano. Por ejemplo una ciclovía -no la primera pues existió una en la avenida Libertad en los años 50 del siglo pasado-, discurre por Ocho Norte entre Cinco Oriente y Cuatro Poniente. Cubre 9 cuadras y tiene 11 intersecciones. Así, el recorrido carece de continuidad y su utilidad es escasa.

Más importante resulta una pista por el borde costero, donde en uno de sus tramos falleció el lunes el infortunado ciclista que paseaba junto a su familia. Ese tramo se ubica junto a una ruta en que poco se respetan los límites de velocidad y, además, está contaminado por la epidemia de baches propia de calles y aceras de la ciudad. Al esquivar un bache, el ciclista cayó a la calzada siendo arrollado por un vehículo motorizado.

Además, la ciclobanda costera en sectores debe ser compartida con peatones y personas que practican diversos deportes. Y los riesgos en el área no son nuevos, pues en el mismo lugar, en 2008, una ciclista sufrió un grave accidente al caer a una quebrada.

Todos estos casos donde aparecen en juego vidas humanas y también un sistema de transporte que debe ser incentivado, merecen atención integral en una ciudad como Viña del Mar, de amplia superficie plana y con muchas posibilidades de desarrollar redes funcionales de ciclovías en sentido transversal y longitudinal, contribuyendo así a descongestionar las calles, a la economía de las personas e incluso a su calidad de vida.

El Palacio Ariztía

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En la zona de ocupación más antigua de la ciudad, confinada entre el pie del cerro y la ribera sur del estero, se mezclan el ferrocarril, el comercio de la calle Valparaíso con la residencia de las calles Alvares y Viana, como el palacio Valle y la sede del Everton, originalmente la casa de Luis Varas Herrera. Con algo más de 1.200 m2 construidos y en la esquina de Alvares con el pasaje Jofré se encuentra la vivienda que en 1910 encarga Rafael Ariztía Lyon al arquitecto Ettore Petri.

Es la última de su especie en ser usada en forma continua como vivienda, ya que sus dueños originales se la venden a Juan Solimano Molfino, cuyos herederos la ocuparon hasta que es entregada al instituto Culinary. Cuenta con un programa que se distribuye en dos pisos y un zócalo que incluye 7 dormitorios, 5 baños, estar, comedor, oratorio, salón, oficina, sala de costura, hall y porche y las circulaciones verticales incluyen una escalera oficial, una de servicio y un ascensor.

En un terreno de casi 2.000 m2 y diseñada por el mismo arquitecto del Club de Viña, del cual Ariztía fue presidente, el primer piso cubre 425 m2 del terreno lo que genera una ocupación predial cercana al 23 %, permitiéndole liberar gran parte de su superficie en forma de jardines y patios para realizar actividades exteriores.

Desde el ámbito tecnológico, es la primera vivienda que abandona el tradicional sistema de tabiquerías de madera rellenas con adobillo, como en el palacio Carrasco y el Club de Viña, para ser construida íntegramente en hormigón armado, razón fundamental, aparte de las precauciones sísmicas, es que el propietario es presidente de la Soc. Fábrica Cemento Melón.

Formalmente es un claro exponente del historicismo en su fase ecléctica, ya que reúne elementos de lugares y tiempos diferentes, como los vitrales del patio de invierno con unos grandes aleros con poca pendiente y combina ventanas de arcos apuntados de raíces medioevales con antecedentes italianos como los forjados metálicos y la teja romana.

Aunque el inmueble no tiene modificaciones sustanciales respecto del proyecto original, es preciso registrar que el torreón ubicado al poniente de la fachada perdió altura en su techumbre después de la modificación de su cubierta. Aun así, los volúmenes principales se organizan de una manera asimétrica, dos de ellos sólidos y verticales que contrastan con el tercero horizontal y transparente y se contraponen a las pretensiones simétricas de la mayoría de sus ejemplares contemporáneos como el palacio Rioja o el palacio Vergara.

El palacio Ariztía es testimonio del cambio de paradigma que surge entre los modelos de viviendas urbanas de Valparaíso, como el Lyon y el Brown, influidas por el palazzo florentino, con los modelos rurales de la naciente Viña del Mar que trasladan sus raíces hasta la villa italiana.

Gonzalo Abarca Gámbaro

Arquitecto, Magíster en Historia y profesor U. de Valparaíso