En la zona de ocupación más antigua de la ciudad, confinada entre el pie del cerro y la ribera sur del estero, se mezclan el ferrocarril, el comercio de la calle Valparaíso con la residencia de las calles Alvares y Viana, como el palacio Valle y la sede del Everton, originalmente la casa de Luis Varas Herrera. Con algo más de 1.200 m2 construidos y en la esquina de Alvares con el pasaje Jofré se encuentra la vivienda que en 1910 encarga Rafael Ariztía Lyon al arquitecto Ettore Petri.
Es la última de su especie en ser usada en forma continua como vivienda, ya que sus dueños originales se la venden a Juan Solimano Molfino, cuyos herederos la ocuparon hasta que es entregada al instituto Culinary. Cuenta con un programa que se distribuye en dos pisos y un zócalo que incluye 7 dormitorios, 5 baños, estar, comedor, oratorio, salón, oficina, sala de costura, hall y porche y las circulaciones verticales incluyen una escalera oficial, una de servicio y un ascensor.
En un terreno de casi 2.000 m2 y diseñada por el mismo arquitecto del Club de Viña, del cual Ariztía fue presidente, el primer piso cubre 425 m2 del terreno lo que genera una ocupación predial cercana al 23 %, permitiéndole liberar gran parte de su superficie en forma de jardines y patios para realizar actividades exteriores.
Desde el ámbito tecnológico, es la primera vivienda que abandona el tradicional sistema de tabiquerías de madera rellenas con adobillo, como en el palacio Carrasco y el Club de Viña, para ser construida íntegramente en hormigón armado, razón fundamental, aparte de las precauciones sísmicas, es que el propietario es presidente de la Soc. Fábrica Cemento Melón.
Formalmente es un claro exponente del historicismo en su fase ecléctica, ya que reúne elementos de lugares y tiempos diferentes, como los vitrales del patio de invierno con unos grandes aleros con poca pendiente y combina ventanas de arcos apuntados de raíces medioevales con antecedentes italianos como los forjados metálicos y la teja romana.
Aunque el inmueble no tiene modificaciones sustanciales respecto del proyecto original, es preciso registrar que el torreón ubicado al poniente de la fachada perdió altura en su techumbre después de la modificación de su cubierta. Aun así, los volúmenes principales se organizan de una manera asimétrica, dos de ellos sólidos y verticales que contrastan con el tercero horizontal y transparente y se contraponen a las pretensiones simétricas de la mayoría de sus ejemplares contemporáneos como el palacio Rioja o el palacio Vergara.
El palacio Ariztía es testimonio del cambio de paradigma que surge entre los modelos de viviendas urbanas de Valparaíso, como el Lyon y el Brown, influidas por el palazzo florentino, con los modelos rurales de la naciente Viña del Mar que trasladan sus raíces hasta la villa italiana.
Gonzalo Abarca Gámbaro
Arquitecto, Magíster en Historia y profesor U. de Valparaíso