La tortuosa Primavera Árabe
Para quienes aspiramos a que todos los pueblos puedan contar con democracia, los sucesos de Ucrania son motivo de cautelosa alegría. Pero centraré mi mirada donde hay más en juego en la eterna lucha por la libertad. 2013 fue el "annus horribilis" de la Primavera Árabe. Siria descendió a una horrorosa guerra civil, en la que el régimen de Asad usó armas químicas contra la población. En Yemen y Libia reina el desorden de múltiples milicias, no ha sido posible acordar constituciones en los plazos previstos y los gobiernos provisionales han prorrogado sus mandatos. En Egipto, un golpe de Estado militar con amplio respaldo popular depuso al primer Presidente libremente elegido de su historia. Túnez y Marruecos permiten mayor optimismo.
Aunque a veces es la única esperanza de libertad, una guerra civil no suele ser el mejor punto de partida para construir instituciones democráticas. Pero en Libia, donde Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia ayudaron a los rebeldes a derrocar al dictador, ha habido mucho menos muerte, sufrimiento y destrucción que en Siria, donde Asad, con el apoyo de Irán y Putin, ha conseguido engatusar a Occidente para refrenar una imprescindible intervención. Según Freedom House (FH), que cuantifica la libertad política en el mundo con un puntaje de 1 a 7 (7 es lo peor), Libia pasó del 7 que tenía con Gadafi a un nada despreciable 4,5; mientras Siria mantiene su ominoso 7. Y, aunque con bajísima participación, Libia acaba de elegir una asamblea constituyente.
Distinto es donde la renuncia de los dictadores evitó la guerra civil, como en Túnez y Egipto, o un monarca emprendió reformas democratizadoras, como en Marruecos. Ahí elecciones libres llevaron a líderes islamistas a la jefatura de gobierno, con resultados disímiles. En Egipto el comportamiento autoritario del presidente Morsi dio la excusa para ese nefasto golpe militar, que sólo ha empeorado la situación (FH: 5,5) e incrementado los recelos islamistas hacia la democracia.
En Túnez los islamistas consensuaron una constitución secular y dieron paso a un gobierno tecnocrático encargado de organizar nuevas elecciones este año. FH le acaba de dar una calificación de 3 (superando el 3,5 de Turquía). Y en Marruecos, bajo la mirada del rey Mohamed VI, un primer ministro islamista se mantiene en coalición con partidos seculares, marcando un posible ejemplo para las monarquías árabes (FH: 4,5).
El camino del mundo árabe hacia la democracia no ha sido fácil. Pero es una senda que vale la pena recorrer y que puede ser mucho menos tortuosa con una mayor ayuda del mundo libre.