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Dignidad y calidad, valores en educación

Algunos recientes mechoneos han sobrepasado los límites, con excesos que llegan al vejamen y al daño físico.
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El ingreso a la universidad marca una nueva etapa en la vida de los jóvenes. Se emprende una jornada en busca de realización personal a través de la obtención de un grado académico. Ese cambio en la vida, el comienzo de una nueva jornada, los desafíos de los estudios superiores son hechos trascendentales y es lógico que sean marcados con celebraciones.

Sin embargo, esas celebraciones no pueden estar acompañadas por la violencia o la vejación; por el contrario, deben tener un contenido de alegría, de intercambio, de conocimiento mutuo y, como se ha hecho en algunos casos, de servicio a los sectores más postergados de la comunidad.

Lamentablemente, en algunos recientes mechoneos se han sobrepasado los límites, con resultados de lesiones graves y con excesos en el consumo de alcohol y hasta de drogas. También se han reiterado casos de verdaderos vejámenes a los nuevos estudiantes.

Más allá del riesgo físico, son hechos que atentan contra la dignidad de las personas y constituyen la negación del debido respeto a esos jóvenes que están iniciando, a veces con grandes esfuerzos, su formación profesional.

La repetición de estos casos resulta especialmente notoria en la zona de Valparaíso, dada la alta concentración de estudiantes universitarios y por ello es destacable la actitud del gobernador provincial que ha buscado acuerdos con los propios alumnos para evitar estas situaciones.

Sus llamados son lógicamente compartidos por las propias autoridades universitarias, que tienen la directa responsabilidad en la formación valórica e incluso en la integridad física de los jóvenes que ingresan a las casas de estudios superiores.

El ingreso a la universidad debe estar marcado por la alegría y por la satisfacción de un logro cumplido, pero no puede estar acompañado por el culto a lo grotesco, a lo violento, a hechos que vulneran ese alto valor que es la dignidad del ser humano.

Cuando el discurso del momento es la educación de calidad, la iniciación de un nuevo estadio en el proceso formativo no puede ir acompañados de actos repudiables que son, precisamente, la negación de ese valor que los propios estudiantes están exigiendo.