El 12 de septiembre de 1978, en la entonces ciudad soviética de Almá Atá -hoy principal urbe de Kazajistán- se realizó la primera conferencia mundial sobre atención primaria de salud.
Dicha cita, a la que asistieron delegados de prácticamente todos los países del orbe, culminó con una declaración, que en su esencia definió a la salud como el estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades; un derecho humano fundamental, y a la vez, un objetivo social cuya realización exige la intervención de todos los actores y sectores de la sociedad.
Este postulado dio origen a una serie de reformas en los cinco continentes, todas ellas avaladas por la Organización Mundial de la Salud, las cuales dieron pie a los sistemas públicos de atención primaria modernos, y a modelos como el que actualmente rige en Chile.
Sin embargo, casi 36 años después, en nuestro país aún existen brechas y problemas que han limitado el impacto de los principios y recomendaciones que estableció dicho documento, sobre todo en lo que respecta a los niveles de accesibilidad, gestión, conformación de redes de apoyo, infraestructura y financiamiento, entre otros tópicos.
Paradigmas
El tema ha recobrado fuerza a raíz de la conmemoración, el pasado 5 de abril, del Día Mundial de la Salud.
Para la directora del Departamento de Salud Pública de la Escuela de Medicina de la Universidad de Valparaíso, Carolina Reyes, la lentitud con que se avanza en esta materia tiene que ver con la incapacidad de los distintos gobiernos o autoridades sectoriales para entender que resulta inviable promover la coexistencia del paradigma tradicional de atención primaria, cuyo foco es el individuo enfermo, y el modelo de salud moderno, que está centrado en la prevención y la participación de la familia.
A su juicio, esto ha hecho que en nuestro país se mantenga la desigualdad en el estado de salud de la población, la que afecta sobre todo a las personas más vulnerables. "La propia declaración advierte que esta situación es política, social y económicamente inaceptable y, por tanto, motivo de preocupación y de generación de profundos cambios", enfatiza la doctora Reyes.
Cambios epidemiológicos
Esta situación adquiere aún mayor relevancia por el hecho de que los nuevos hábitos de la población chilena, el aumento de la esperanza de vida, los avances que registra la medicina y el crecimiento de la economía, han modificado la realidad epidemiológica de nuestro país.
Hoy las personas se ven cada vez menos afectadas por enfermedades infectocontagiosas, desnutrición o neumonía, y cada vez más por males no trasmisibles, como son la obesidad, hipertensión arterial, diabetes, artritis, depresión, disfunción tiroidea, hipercolesterolemia, deterioro cognitivo, alcoholismo, tabaquismo, insuficiencia renal y/o respiratoria, entre otros.
Además de representar un cambio significativo en las características demográficas y epidemiológicas de nuestra población, esta situación está impactando con fuerza al ya colapsado sistema público de salud, al sobrecargar en exceso sus mecanismos de atención y respuesta, tanto en hospitales como en consultorios, los cuales no están preparados para enfrentar los requerimientos específicos de ese tipo de pacientes.
De hecho, las cifras oficiales indican que la carga de enfermedades en los centros de atención del sistema público de salud corresponde en un 73 por ciento a enfermedades no trasmisibles, un quince por ciento a traumatismos y envenenamientos y sólo un doce por ciento a infecciones y otros males.
Cabe recordar que más de trece millones de chilenos -el 80 por ciento de la población nacional- están adscritos a Fonasa y se atienden en el sistema público, y en su mayoría acuden a los servicios o centros primarios.
Por ello, para la doctora Carolina Reyes resulta vital reforzar la idea de que el trabajo en este ámbito se debe orientar hacia los principales problemas de salud de la comunidad, considerando, además, los servicios de promoción, prevención, tratamiento y rehabilitación necesarios para resolver problemas específicos, de acuerdo a las características socioculturales y políticas del país, la aplicación de resultados pertinentes de investigaciones y la experiencia acumulada, que a fin de cuentas conforman el eje del modelo de salud moderno o familiar.
"Debemos dejar de enfocarnos en lo curativo y trabajar para desarrollar el esquema promocional preventivo, que busca potenciar la visión biopsicosocial; es decir, hacer de la participación comunitaria el eje de la atención primaria, bajo el concepto de red de apoyo, en detrimento del enfoque curativo, biomédico y asistencialista, que sigue definiendo al hospital o consultorio como el epicentro del sistema", advierte la médico y especialista en Salud Pública de la UV.