Valparaíso: La hora de la Justicia
La ciudad pionera, capital cultural y legislativa, ciudad patrimonial o, al correcto decir de Edwards Bello, la ciudad del viento, el mismo que le está jugando una mala pasada, vuelve a recibir a la tragedia como parte de su condición de existencia. Y es dramático ver a miles de familias arrancando de la voracidad del fuego y, aún peor, es feroz ver cómo nuevamente los que más dificultades tienen, reciben las inclemencias como ha ocurrido con socavones, inundaciones, terremotos o incendios, como en esta ocasión.
Por otra parte, hay algo que siempre es gratificante y es la respuesta inmediata del país en gestos, voces, acciones y decisiones solidarias. Vendrán muchos días de solidaridad y se acumularán el cariño, la entrega, la compañía, las campañas públicas y privadas para reunir los bienes, enseres y pertrechos necesarios para superar el primer instante.
Sin embargo, y se escucha en cada rincón con más fuerza cada vez, parece que es hora de hacer la precisión entre la solidaridad y la justicia. Porque no son lo mismo. La solidaridad sirve en este instante, pero no resuelve el futuro. La solidaridad es un acto de amor y de desprendimiento, pero la justicia es un acto de reparación, de poner las cosas en su lugar y, sobre Valparaíso, pienso y piensa mucha gente con la que me encuentro cada día, que es hora de poner las cosas en su lugar.
Valparaíso es la principal marca que el país tiene en el mundo. Es la única ciudad del país que goza de la protección internacional y ha sido recurso de poetas, cineastas, músicos, pintores y políticos. Hemos usado su nombre y calles para mostrarles a nuestros invitados e invitadas la maravilla de su topografía, sus casas colgando, los colores encumbrados y el magnífico espectáculo que ofrece de noche como anfiteatro para enamorar y hacer promesas.
Llegó la hora de hacer justicia con todo lo que reclamamos en las largas conversaciones sobre su destino. Queremos el estrecho plan reluciente y bien cuidado, sus quebradas como huertos, plazas y anfiteatros para sus habitantes, una gran red de ascensores que conecte el plan con el cerro y el cerro de más arriba con el que lo sigue. Queremos la ciudad limpia, con instalaciones eléctricas adecuadas, con el agua llegando al tope, segura, integrada socialmente y, también, queremos para Valparaíso, como lo he escuchado tantas veces, el derecho a la diferencia, a ser distinta, a ser vanguardista en su estética, en su modo y en su esencia.
Llegó la hora de la justicia para Valparaíso y que Chile cuide, proteja y aliente a su ciudad más particular y que la glosa patrimonial que está establecida en la Ley de Presupuesto, se haga crecer tantas veces sea necesario y por el tiempo que resulte prudente como parte de un plan serio, responsable, ambicioso y contundente. No vaya a ocurrir que pase el tiempo y volvamos nuevamente a lo mismo. ¿Será mucho iniciar esta discusión?
Gonzalo Cowley P.