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Los hombres empiezan a parecerse a sus padres a los 38 años

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Un estudio británico situó en los 38 años la edad en que los hombres comienzan a parecerse a sus padres, con comportamientos como quedarse dormido en el sofá, creer que toda la música moderna suena igual y ser el único en reírse de sus propios chistes.

Según consignó el diario inglés "Telegragh", la investigación se basó en una encuesta realizada a dos mil hombres y encargada por la cadena de televisión británica Gold.

A partir de esa consulta, el informe estableció los 30 síntomas de cuando un hombre se "convierte" en su padre.

Otros de los síntomas detectados fueron pasar mucho tiempo en el baño, no saber nada de música popular y, quizás la peor, bailar mal en lugares públicos.

Sin embargo, el informe advierte que no todo es negativo y asegura que mientras se envejece también ocurren cosas buenas.

"El futuro brilla para los hombres: duermes más, tienes tu propia silla, te sueltas en la pista de baile y te encuentras divertido. Pareciera que los 38 es la edad en la que los hombres pierden oficialmente sus inhibiciones", sostuvo Steve North, ejecutivo de Gold TV, consignado por el diario "Telegraph".

La encuesta también encontró que una de cada cinco mujeres piensan que se casaron con un hombre que se parece a su padre.

bienestar

Un sondeo anterior, realizado por la empresa británica Ipsos Mori, exploró la percepción que tienen los ciudadanos de veinte países sobre el bienestar de esta generación y las futuras, en relación con la que tienen sus padres.

La investigación arrojó que la mayoría de jóvenes adultos en Australia, Europa, Japón y EE.UU. creen que la gloria de sus países está en declive, comprometiendo su bienestar.

Confirman descubrimiento del primer planeta que podría ser habitable

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Los astrónomos confirmaron la existencia, a unos 500 millones de años luz y en la constelación del Cisne, de un planeta de tamaño aproximado al de la Tierra y en el cual podría existir agua en forma líquida, anunció ayer la agencia espacial estadounidense, NASA.

El planeta, que orbita la estrella enana Kepler-186 y al cual se le denominó Kepler-186f por el telescopio espacial que primero validó su existencia, fue analizado por el telescopio Géminis Norte de ocho metros y su vecino, el telescopio Keck II de diez metros, ambos en Mauna Kea, Hawai.

"Es extremadamente difícil detectar y confirmar estos planetas del tamaño de la Tierra y ahora que hemos encontrado uno queremos encontrar más", dijo en una teleconferencia Elisa Quintana, científica investigadora del Instituto para la Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre (SETI).

"Las observaciones de Keck y de Géminis combinadas con otros datos y cálculos numéricos nos permiten confiar un 99,98% en que Kepler-186f es real", indicó Thomas Barcklay, del Instituto de Investigación Ambiental del Area de la Bahía en Ames.

En febrero, la NASA anunció que el telescopio Kepler, había añadido 715 exoplanetas a la lista de un millar de cuerpos que orbitan estrellas.

Estudio explica por qué algunas canciones nos inducen a bailar

Música. El secreto estaría en el equilibrio entre ritmos predecibles y complejos, según una investigación de la Universidad de Oxford.
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Investigadores de la Universidad de Oxford creen haber encontrado la explicación de por qué hay ciertas canciones que apenas empiezan a sonar, nos inducen a mover los pies o la cabeza.

En opinión de los académicos, un equilibrio ideal entre ritmos predecibles y complejos es lo que permite que un tema de James Brown motive a la gente a bailar.

Al equipo, en el que también estuvieron involucrados investigadores de la Universidad danesa de Aarhus, le interesó entender de qué forma la estructura de la música afecta el deseo por bailar. Para ello crearon una encuesta online con la que indagaron el papel del ritmo en la generación de placer y movimiento.

"Muchas personas no pueden resistirse a mover sus cuerpos al ritmo del hip-hop, la electrónica o el funk, pero es probable que sientan menos deseo de bailar cuando escuchan otros estilos de música, como jazz", sostuvo la doctora Maria Witek, una de las autoras del estudio y quien actualmente se desempeña en la Universidad de Aarhus en Dinamarca.

El estudio, publicado en la revista PLOS ONE, encontró que un equilibrio entre previsibilidad y complejidad en el ritmo de la música hizo que la gente quisiera bailar más.

Witek explicó el hallazgo usando distintos ejemplos, desde canciones de cuna hasta uno de los últimos álbumes grabados por el saxofonista de jazz John Coltrane.

Mientras la canción infantil "Campanitas del lugar" tiene poca complejidad en el ritmo, "Funky Drummer" de James Brown tiene una mediana complejidad e "Interstellar Space" de Coltrane tiene una alta complejidad rítmica, indicó la académica.

"De estas tres, la de James Brown es una de las anima a las personas a bailar. "Campanitas del lugar" es demasiado predecible rítmicamente hablando, mientras que la de Coltrane no es para nada predecible. La de James Brown es un equilibrio perfecto entre previsibilidad y complejidad", aseguró Witek en un comunicado emitido por la Universidad de Oxford.

Más de 60 personas de todo el mundo y con edades de entre 17 y 63 años, participaron en el sondeo. Los participantes escucharon funk con variaciones en su complejidad rítmica.

Luego, los voluntarios definieron qué ritmos los hizo moverse más y cuáles menos, así como también calificaron el placer que experimentaron.

Los resultados mostraron que las calificaciones más altas fueron para las canciones que no tenína demasiada ni muy poca complejidad en su ritmo.

Los autores recordaron que el placer es visto en sicología como una recompensa poderosa que motiva ciertos comportamientos. Algunas recompensas sicológicas, tales como la comida y el sexo, tienen una clara importancia biológica debido a que motivan la reproducción y la supervivencia. La música, sin embargo, tiene una ventaja biológica menos clara. Pese a ello, los beneficios sociales de la música son bien conocidos. Investigaciones anteriores han mostrado que la sincronización de movimientos al moverse al ritmo de la música aumenta la vinculación social y la cooperación.

Witek y sus colegas afirmaron que su investigación sugiere que la complejidad rítmica es un factor importante en la relación entre la estructura musical, las ganas de bailar y el placer. "Nuestros hallazgos nos ayudan a entender cómo ciertos ritmos musicales pueden estimular el deseo de mover el cuerpo de manera espontánea", indicó la profesora.

Los otros factores en juego

Pese a los hallazgos, los investigadores pretenden ampliar su estudio a otros factores que podrían incidir en la motivación a bailar. "Existen muchos otros aspectos que contribuyen al deseo de las personas a moverse, tanto en la misma música como en el contexto alrededor de ella. Nos gustaría expandir nuestra investigación para abordar estos otros aspectos", dijo Witek. Por ello, los investigadores están invitando al público a participar de una nueva encuesta online que desarrollaron.