Para el renacer de Valparaíso
Valparaíso debería tener al Ave Fénix como símbolo. Porque cada cierto tiempo es consumido por el fuego y debe renacer desde sus cenizas. Y como este destino pareciera ser inexorable, nadie hace nada para conjurarlo.
Hace falta que aparezca un líder carismático, con visión de urbanista, con criterio de planificador y voluntad de mapuche, que sea capaz de movilizar a los porteños en la dura tarea de eliminar todos los factores que generan estas catástrofes.
Para el momento en que aparezca ese salvador de Valparaíso, quiero aportar algunas ideas que espero sean provechosas:
1. El sistema en uso para apagar incendios es inútil en Valparaíso. Es necesario adquirir un hidroavión cisterna, operable desde Torquemada, cuya capacidad de almacenamiento de agua y rapidez -no más de 15 minutos en llegar al sitio del siniestro- permita apagar el fuego en sus inicios y a la primera descarga. Y si eso no se logra, que pueda abastecerse en el mar.
2. Los cauces de quebradas son bienes de uso público, no susceptibles de usarse para levantar viviendas o depositar basuras. Por lo tanto, deberían cercarse, prohibiéndose su uso para dichos efectos bajo drásticas sanciones. En la antigüedad, las ciudades eran res sacra. En Babilonia, quien violara la línea de edificación era colgado en la puerta de su vivienda.
4. Al inicio de nuestra era, el gran incendio de Roma sirvió a Nerón para el ordenamiento de una ciudad que se había tornado inhabitable. A los ocho días del siniestro Nerón dispuso, en una drástica ordenanza, la primera remodelación de Roma. Que nuestro gran incendio no permita la repetición de los errores que condujeron al desastre. La reconstrucción debe ceñirse a un planeamiento urbano que considere regularización de calles, las áreas de esparcimiento y la mejor ubicación de los servicios públicos -seguridad, escuelas, consultorios de salud- a fin de terminar con el amontonamiento de casas desprovistas de acceso y de servicios vitales.
5. Los Cuerpos de Bomberos no pueden seguir dependiendo de la caridad pública. Deben financiarse en el presupuesto nacional, debe reconocerse su finalidad de servicio público y mantenerles la suficiente autonomía para seguir cumpliendo, con mayor eficacia, sus elevados fines.
6. Poca atención se ha prestado en Chile al urbanismo y a su íntima relación con el medio ambiente. La llamada Ley General de Urbanismo y Construcciones -que no es una ley, ni siquiera un DFL, sino un Decreto Supremo- mantiene normas que albergan medio siglo de atraso. Es hora de estudiar una Ley de Urbanismo que sea acorde a los requerimientos de una sociedad del siglo XXI; que ponga límites al crecimiento de algunas ciudades y ponga fin a la delegación normativa que faculta a la Ordenanza General para "legislar" por Decreto materias que afectan a los derechos humanos y al bien común y que -por ende- debieran regularse por ley.
Dr. Lautaro Ríos Álvarez
Profesor Universidad de Valparaíso