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Lo fundamental es reconstruir

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En el transcurso de la historia, nada ni nadie ha logrado amainar el espíritu de lucha de Valparaíso. Tal vez se deba a eso, en buena parte, la forma en que la ciudad puerto se ha sobrepuesto a los más duros embates de la naturaleza. Terremotos, incendios y sequías, por mencionar sólo tres, la han golpeado con brutal fuerza. Basta mirar lo acontecido hace pocos días con el magnoincendio que afectó a la parte alta de la ciudad como un botón de muestra de lo que señalamos; la máxima autoridad regional de Bomberos lo calificó ni más ni menos que como el incendio más grande de la historia.

¿Qué sucede después de producido cada uno de estos desastres? Los porteños no se desmoronan; en la noche aquella, mientras las llamas destruían centenares de casas, surgía un temple arrasador de todos quienes corrían preocupándose de sí mismos y de los demás, ayudando a diestra y siniestra, en forma incansable. Todas las fuerzas de la región, presididas por el intendente y por el alcalde de Valparaíso, se movilizaron, a lo que después se sumaron las máximas autoridades nacionales -encabezadas por la Presidenta de la República- y, lo que es más llamativo y a todos ha sorprendido gratamente: miles y miles de jóvenes dejaron todo de lado para sumarse y venir hasta desde fuera de la región a "ponerle el hombro". Digno de subrayarse el espíritu de solidaridad visto y vivido con motivo de tan infausto siniestro.

Después de lo álgido de momentos como éste suelen surgir críticas que se formulan por angas o por mangas. Que tal autoridad no estuvo, que se la vio poco. Que tal político fue solamente para mostrarse y aprovechar la cámara de la TV. Que la responsabilidad recae sobre tal o tales personas, etc. Cada cual puede tener su opinión, absolutamente respetable, por cierto. Pero no es el momento más indicado, a nuestro juicio, para gastar fuerzas en criticar a los otros. La tarea fundamental -y no otra- es la construcción de lo que las llamas destruyeron y el apoyo humano sicológico para aquellos que sufrieron el drama en carne propia. Después vendrá lo demás, si es que procede.

En ocasiones como ésta, repetimos, surgen, por todos lados y cualquiera sea la tienda ideológica de que se trate, loas y ataques, alabanzas y críticas, elogios y descalificaciones. Ojalá - reflexionamos nosotros- toda la fuerza se vuelque hacia lo que ya hemos referido como fundamental: reconstruir lo destruido. Por eso nos sumamos a la expresión que ya ha sido habitual ver en nuestra querida ciudad: ¡Fuerza Valparaíso!

La nociva centralización

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Chile vive tiempos de cambio. Las voluntades están mejor dispuestas a generar transformaciones profundas y estructurales que permitan avanzar hacia un país más equilibrado y más equitativo, haciendo desaparecer las desigualdades históricas que hemos soportado por años, que no hemos querido ver o atrevido a eliminar. Es tiempo de responsabilidades históricas, será está generación y las futuras las que exigirán a todos nosotros estar a la altura de este nuestro tiempo.

En los ámbitos de la descentralización y la distribución del poder, entre los países de OCDE Chile es uno de los más estructuralmente centralizados. Entre estos países Chile es el más desigual de todos y Valparaíso es un bello lugar patrimonial en que lamentablemente la desigualdad se percibe todos los días. Los más de quinientos años de centralismo están presentes en el ADN de parte importante de los chilenos. Esta característica nos ha hecho muy mal y ha frenado o frustrado los desarrollos endógenos, nacidos en los propios territorios, basados en sus problemas, necesidades y oportunidades.

Es urgente pensar cuánto poder debe reservarse a las decisiones territoriales, cuánto de autonomía deben asumir regiones y ciudades. Es posible que desgracia tan grave como la que ha ocurrido en Valparaíso, hubiera tenido consecuencias distintas si el poder y los recursos hubiesen estado más cerca de las personas y de los territorios.

Lo que ha sucedido aquí es una falta de planificación urbana, es producto del abandono, de políticas centrales uniformes y de las limitaciones para la autogestión territorial. Ha faltado también conjunción entre el conocimiento científico que emana de las universidades y la planificación, entre la planificación y la acción. Ha existido una restricción de recursos administrados desde y para la ciudad. No estamos para culparnos unos a otros, estamos para construir desde la experiencia y desde el dolor, que es precisamente cuando Chile ha tenido más posibilidades para cambiar y avanzar.