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Cuidado y conciencia el año completo

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Ha sido, sin duda alguna, una de las más grandes tragedias vividas por Valparaíso, comparable solamente con un terremoto de proporciones. Con razón Bomberos lo calificó como el incendio más grande de la historia. Las consecuencias del desastre del 12 y 13 de abril desde el punto de vista humano y económico son por todos conocidas y vividas en carne propia por parte de miles de porteños, de modo que no es en eso en lo que nos vamos a detener hoy, sino en otro aspecto.

En los últimos días se ha realizado un intenso trabajo de limpieza en las quebradas, particularmente copadas por restos dejados por el siniestro, con miras a preparar la ciudad frente a las anunciadas lluvias que se acercan y evitar así serias inundaciones, como se han producido antes.

El intendente regional Ricardo Bravo junto al ministro de Obras Públicas, Alberto Undurraga, supervisaron personalmente el avance de esta tarea durante la semana. Como la lluvia escurre por las quebradas hacia los colectores que llegan al plan de la ciudad y desaguan en el mar, se limpiaron a fondo dichos colectores y otro tanto se hizo con las quebradas y los tranques y piscinas de contención existentes en distintos lugares de las quebradas, todo lo cual significa considerables costos.

Hasta el viernes pasado las cuadrillas de trabajo de la Dirección de Obras Hidráulicas del MOP habían retirado tres mil metros cúbicos de sedimento. Y es justamente aquí donde queremos poner el acento. Es imprescindible crear una mentalidad entre los porteños que los lleve a cuidar su ciudad, a mantenerla limpia.

Decimos esto pues en las limpiezas que cada año se hacen en esta época -en esta ocasión agravada por los restos del megaincendio- los encargados de esa tarea se encuentran con cualquier clase de elementos, desde cajas de cartón, escombros de construcciones hasta electrodomésticos dados de baja, todo lo cual obstaculiza el flujo de las aguas por los cauces.

Si todos adquiriesen conciencia de que cada cosa que se bota en las quebradas es potencialmente la causante de una tragedia -como son las inundaciones- sería distinto el tema. Entonces, la tarea es estar conscientes de aquello y proceder en consecuencia en una tarea de año completo.

Las flaquezas de una reforma

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Para la derecha -dice la izquierda- nunca es oportuno aumentar la carga tributaria: si estamos en un período de fuerte crecimiento de la economía, por el riesgo de sofocarlo; si estamos en uno de desaceleración o contracción, por el de profundizarlas. Tal afirmación es completamente falsa. Renovación Nacional acordó con el gobierno de Patricio Aylwin una reforma impositiva de ese tipo en 1990 y Sebastián Piñera impulsó dos de ellas durante su mandato.

¿Bajo qué condiciones es deseable para un liberal de centro-derecha como el que escribe estas líneas ensanchar la porción del dinero de los ciudadanos que se apropia el Estado? Cuando se cumplen dos requisitos. Primero, que se opte por medidas que deterioren lo menos posible la inversión y el empleo, como las que tienden directamente a minimizar la evasión y la elusión, a eliminar ventajas tributarias que no producen beneficios sociales o a compensar lo que los economistas llaman externalidades negativas, es decir, los costos sociales que genera la actividad de los particulares. Y segundo, que exista un destino plausible para los mayores recursos estatales que supere los sacrificios de bienestar que puedan derivar del incremento tributario.

La reforma de Bachelet no anda bien en ninguna de las dos cosas. Es cierto que muchos de los críticos apuntan más a lo que les produce dividendos electorales que a los mayores inconvenientes de la propuesta. Pero es efectivo que los cambios previstos plantean un evidente riesgo para la inversión y, por tanto, para la generación de empleos y el aumento de los salarios. La principal amenaza proviene de la eliminación del Fondo de Utilidades Tributarias (FUT), que permite a los dueños y accionistas de las empresas pagar impuestos sólo por las utilidades retiradas, fomentando así la reinversión de tales ganancias. No hay duda que este mecanismo se ha prestado para abusos, pero lo sensato es terminar con éstos y no con aquél, pues esto último puede producir perjuicios para todos. Dos ex Ministros de Hacienda de la Concertación, Eduardo Aninat y Andrés Velasco, lo han advertido así.

Sobre el destino de los recursos se sabe poco y lo que se atisba no es alentador. Como ha señalado el economista Sebastián Edwards, si ellos se usan principalmente para financiar la gratuidad de la educación superior, lo más probable es que, además de crecer menos, la desigualdad no disminuya.

Y a ello se añade el tono "kirchneriano" que ha adoptado en la materia el gobierno, que, al decir de Mariana Aylwin, ha pasado de la argumentación a la propaganda propia de las mentalidades totalitarias.