La sequía en el valle del Aconcagua no es algo nuevo y se viene trabajando en posibles soluciones y proyectos desde hace varios gobiernos. Los exmandatarios y la actual Presidenta conocieron sobre el tema, varios se mostraron favorables a las propuestas, pero no hubo ejecución. Hoy llevamos cuatro años de sequía y tenemos solo soluciones parches: decretos de escasez, entrega de agua de la sección de arriba hacia abajo, operación de los pozos, entre otras, medidas que no solucionan el problema de fondo, favoreciendo además arbitrariamente a unos y perjudicando a otros.
Todas las secciones del río Aconcagua se encuentran sin la cantidad de agua que requieren y están hambrientas de proyectos que permitan solucionar la realidad que están viviendo.
La primera sección, encontrándose agotada, no se ha quedado de brazos cruzados y formuló un plan maestro para hacer más eficiente la administración de las aguas, que por derecho le corresponden, como una forma de adelantarnos a las problemáticas de la zona y dar soluciones.
Estamos proyectando una bocatoma unificada en el río y el mejoramiento de la red de canales mediante el revestimiento y/o presurización, que permitiría el acceso a un riego tecnificado a pequeños y medianos agricultores, economizando el costo de inversión en un 40%, aproximadamente. A su vez, nos interesa fortalecer y profesionalizar a las organizaciones de usuarios de aguas como también evaluar puntos que tienen potencial de generación hidroeléctrica.
En definitiva, queremos resolver -de manera conjunta público-privada- la transformación de la infraestructura de riego existente en una moderna y eficiente, que satisfaga los requerimientos presentes y futuros. Para ello necesitamos el apoyo del Estado. Sabemos que no existe una sola solución: es una cadena de planes maestros de cada sección, que sumados a un embalse de cabecera, que beneficie a todo el río Aconcagua, revierta la situación actual de sequía y, con una proyección de tres años, terminar en forma definitiva con esta 'catástrofe silenciosa'.