Fiscalización ciudadana
A petición de los partidos que conformamos la coalición opositora -y dado que represento a Valparaíso-, me tocó llevar adelante la interpelación a la ministra de Vivienda, Paulina Saball. El tema era de alto interés: las demoras en la reconstrucción del norte tras el terremoto de comienzos de año, y de algunos cerros de Valparaíso, después del incendio que devoró sectores de La Cruz, Las Cañas, Merced y Ramaditas, entre otros.
Desde el comienzo nuestra intención fue concretar una interpelación donde la ciudadanía fuera protagonista y donde dejáramos afuera los gallitos políticos habituales. Por lo mismo, viajamos a Iquique para conocer la realidad de la zona y conversar con los afectados. Lo mismo ocurrió en Valparaíso, porque desde el momento mismo del incendio, junto a mi equipo hemos trabajado en terreno para ayudar a solucionar un problema que, para el Gobierno, parece sin solución.
Pese a que durante la interpelación fui majadero en solicitar a la ministra un compromiso respecto del plazo para reconstruir la vida de las familias afectadas, lamentablemente no lo entregó. Su excusa era la dificultad para reconstruir en los cerros, así como también en el norte. El plazo era fundamental, tras conocer la realidad de los damnificados, la precariedad de sus viviendas de emergencia y la problemática sanitaria.
No obstante ello, creemos que la interpelación cumplió su función, porque la ciudadanía pudo darse cuenta que el Gobierno no tiene un plan concreto sobre cómo enfrentará la reconstrucción y que todos los anuncios no son más que declaraciones de buenas intenciones.
De paso, dejamos en claro que no se trató de un show, como se nos dijo para, torpemente, intentar defender a la ministra. Fue el mismo Gobierno el que hizo una cuidada puesta en escena una hora antes de la interpelación para mostrar respaldo a su secretaria de Estado y pidieron flores para recibirla al regresar a su oficina.
Pero para que esta herramienta siga dando resultados, es necesario cuidarla, hacerla bien, con profesionalismo, y pensando en todo momento si realmente ayudará a solucionar el problema. Nuestra aspiración es desdramatizar este instrumento y acercarnos lo más posible a estos ejemplos -por algo nuestra Constitución permite interpelar hasta tres veces en el año a un ministro-, pero debemos hacerlo con seriedad.
Por lo mismo, creemos que establecer un calendario de interpelaciones y comenzar una especie de 'cuoteo político' respecto de quiénes las deben llevar adelante, no apunta a desdramatizar el instrumento, sino más bien a hacerlo presa de los tironeos políticos.
Debemos responder a lo que pide la ciudadanía y no a las estrategias políticas de los partidos.