Inconsecuencia abortista
Alejandro Guzmán Brito
Pocas cosas hay más intolerables que la inconsecuencia. En un país como Chile, en que abundan los mediatintas, porque hay liberales hasta cierto punto, socialistas hasta cierto punto, conservadores hasta cierto punto, católicos a su manera, lo cual, después de todo, no es malo en sí, salvo que el sujeto mediatinta trate de influir, crea que influye o de hecho influya en la formación de opiniones (pues nada claro ni distinto puede salir de semejante actitud), la inconsecuencia es algo que se presenta con mucha frecuencia. Un buen ejemplo es el siguiente: se ha divulgado la noticia de que un senador presentará un proyecto de ley por el cual queda autorizado el aborto de criaturas que llevan en el vientre de su madre no más de 12 semanas, sin necesidad de alegar causa para proceder a la muerte de esa criatura. Con respecto a las que superen las 12 semanas, aun se las puede abortar -propone el senador- si son el producto de una violación, hay riesgo en la madre debido al embarazo o la criatura no nacida (que llaman 'feto', como a los mamíferos en el vientre) es inviable.
Lo que parece inexplicable e inconsecuente con la ideología abortista es que haya un plazo, en este caso de 12 semanas, para autorizar un aborto sin expresión de causa. Por cierto no es posible pensar en que el autor de esta iniciativa ha de creer que hay algo esencialmente diferente entre una criatura de 12 semanas menos un día y otra de doce semanas más un día. Si es así, el argumento vale para cualquier plazo que se fije, supongamos uno de 24 semanas, porque habría que demostrar la diferencia entre una criatura de 24 semanas menos un día y otra de 24 semanas más un día; y así con cualquier otro plazo. La verdad es que el señalamiento del plazo resulta ser una decisión arbitraria, no fundada en alguna causa racional, a menos que se la tenga y se eluda decirla por vergüenza a ser desaprobado por 'conservador'. Ahora bien, la consecuencia abortista exige que se pueda abortar hasta el momento del nacimiento.
Lo mismo acaece con la proposición de autorizar el aborto por causas tipificadas, como las dichas de violación, riesgo de la madre e inviabilidad de la criatura; pues, ¿por qué solo esas y no otras, por ejemplo la pobreza de la madre, o su excesiva juventud? El voluntarismo que campea en esta materia pudiere crear muchas causas, tan arbitrarias como las propuestas. Eso sin perjuicio de la crítica que merecen éstas: en cuanto a la inviabilidad de la criatura una de dos: si ella es inviable, el aborto será espontáneo; si no, se trata nada más que de eugenesia como la practicada por los nazis. La violación tiene una evidente base clasista. El riesgo de la madre no obliga al médico a matar a la criatura ni hace que se lo sancione si es que ella muere: el caso, pues, se rige por otras reglas.
El aborto es un mal que debe ser evitado; ahora bien, quienes lo defienden como un bien aceptable deben sincerar su defensa.