180 años de labor apostólica y educacional
Recientemente la Congregación de los Sagrados Corazones celebró ciento ochenta años de su llegada a nuestro país, ocurrida el 30 de mayo de 1834. Fue entonces cuando un grupo encabezado por el Padre Crisóstomo Liausu, provenientes de Francia, arribaron al puerto de Valparaíso. Su objetivo era continuar hacia las islas Gambier ubicadas en la Oceanía Oriental, donde debían hacerse cargo de una misión
Mientras los religiosos esperaban una nave que los transportara a su destino, trabaron amistad con el fraile franciscano Antonio Claro, quien les pidió colaboración en su ministerio con el clero porteño. Ellos aceptaron y fueron recibidos con gran alegría por la feligresía que, al poco tiempo, les comenzó a denominar afectuosamente como los 'padres franceses'.
El Presidente Joaquín Prieto y el obispo de Santiago, Monseñor Manuel Vicuña solicitaron a los misioneros la creación de un establecimiento educacional, lo que se materializó en mayo de 1837, en las inmediaciones de la Iglesia de la Matriz. Posteriormente, la congregación decidió mudarse a un recinto en la calle Independencia con la esquina de Freire, donde en 1868 se erigió el imponente templo de estilo neogótico, que dadas su bellas líneas arquitectónicas, fue declarado monumento nacional y cuenta con el mejor órgano de conciertos del país.
Pero la acción educativa de la congregación se amplió también al ámbito universitario, al crearse el Curso de Leyes de los Sagrados Corazones, que constituyó la base de la actual Escuela de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, que acaba de cumplir ciento veinte años formando a profesionales en esa disciplina.
Más tarde se crearon otros colegios, en Viña del Mar, Concepción y Santiago, con las sedes de Alameda y Manquehue. Asimismo, en Valparaíso sumó la escuela básica San Damián de Molokai. En la actualidad, la acción apostólica de los sucesores de los padres franceses se desarrolla también en parroquias de poblaciones de Viña, Santiago, Hualpén, La Unión y Río Bueno, así como en universidades y organizaciones comunitarias.
En todas estas actividades, los religiosos han dejado su impronta, inspirada en la trilogía de 'Contemplar, vivir y anunciar' que caracteriza su misión evangelizadora. Uno de sus más destacados sacerdotes chilenos, el Padre Esteban Gumucio Vives, se encuentra actualmente en proceso de beatificación.
Quienes hemos tenido el privilegio de ser alumnos de su colegio de Viña del Mar, nos sentimos orgullosos de su principal sello y esfuerzo por ser misioneros de la palabra, solidaridad y del encuentro con los más pobres y desvalidos. Tal fue el sello que inmortalizó San Damián de Molokai, primer santo de la Congregación que murió de lepra en esa lejana posesión polinésica y que en su apostolado misionero fue un pobre entre los pobres.