Botes que llegan de madrugada a dejar la carga obtenida mar adentro; caseros que llegan religiosamente temprano para conseguir el mejor precio y el mejor ejemplar, decenas de pescadores que bajan de las embarcaciones, abren las redes y vuelcan sus ganancias pesqueras sobre los estantes llenos de hielo y sal para ofrecer cada día la postal más tradicional de la Caleta Portales: la oferta de pescado fresco para la mesa de porteños, viñamarinos y habitantes de más allá.

Pero entre todos ellos destaca la silenciosa tarea de quienes se encargan de preparar los utensilios de pesca: ordenan las redes, desenmarañan los anzuelos, limpian el cebo. Ellos aparecen al mediodía y no descansan hasta que regresa el pescador al bote a continuar otra jornada, como siempre.