Ante la partida delos franciscanos
Ha impactado sin duda la información publicada por este Diario que da cuenta de la casi segura partida desde la comuna de Limache de los religiosos franciscanos, asentados en esa localidad desde el año 1756. Varios factores han influido en la decisión de esa orden. Por un lado está la falta de vocaciones religiosas, realidad que afecta tanto a clero regular como al secular. A ello se suma el impacto del terremoto de 2010 que dañó a su templo y dependencias, sin que se logren recursos para la restauración.
Los religiosos hasta ahora han desarrollado en Limache una importante labor pastoral, que se extiende a la ciudad de Quillota, pero a la vez han cumplido una valiosa tarea social que sobrepasa de los límites religiosos con comedores abiertos, talleres de rehabilitación para drogadictos y alcohólicos y roperos destinados a reunir vestimenta para entregar a los grupos más carenciados. Esta labor tiene especial importancia ya que con ella se daba una oportunidad a la feligresía en general para desarrollar tareas motivantes para la formación de un sentido solidario.
En Valparaíso, en tanto, la presencia franciscana se ve también amenazada tras los sucesivos incendios que han afectados desde 1983 a su tradicional templo, siniestros que además han dañado al convento anexo.
En este último caso se encuentra pendiente la reanudación de las obras de restauración, lo cual supone el rescate de un ícono tradicional la ciudad, que destaca desde fines del siglo XIX en el anfiteatro que forman los cerros porteños.
Este eventual alejamiento de los sacerdotes franciscos de nuestra zona es sin duda una hecho lamentable que va más allá de lo religioso, pues su presencia ha significado un aporte a la cultura y la educación y también, como se ha señalado, al impulso de una colectiva tarea solidaria en beneficio de los grupos de menores recursos.
Si bien es cierto la congregación toma sus decisiones considerando líneas pastorales y factores que condicionan su subsistencia, es un hecho que en el pesar colectivo ante su casi seguro alejamiento hay un reconocimiento de la comunidad a la labor que los sacerdotes franciscanos vienen desarrollando desde hace largos años en nuestra Región y, junto a ello, la esperanza que la decisión de la orden pueda ser revertida.