¿Polemizamos o discutimos?
Mary Mac-Millan
En los últimos días hemos sido testigos de una fuerte polémica entre varios de nuestros destacados políticos y personeros de Gobierno. Leyendo una entrevista al pensador francés, Michel Foucault (en Estética, ética y hermenéutica), encuentro una lúcida descripción crítica de esta práctica nacional: la polémica.
Foucault distingue entre polemizar y discutir, situándose en la práctica de la discusión, la que se sustenta en 'toda una moral, la que concierne a la búsqueda de la verdad y a la relación con el otro'. Veamos algunos rasgos de ambas prácticas. La discusión se sostiene en la estructura del diálogo, es decir, 'el juego serio de las preguntas y las respuestas'. Hay un trabajo que consiste en una elucidación recíproca, dónde el que pregunta ejerce una serie de funciones tales como: no estar convencido, percibir contradicciones, requerir información adicional, etc.
En el caso del polemista, este 'se aproxima acorazado de privilegios que ostenta de entrada y que nunca acepta poner en cuestión'. La dinámica de la pregunta y de la respuesta, propia de la discusión, se cambia por la de la guerra; el interlocutor se transforma en un enemigo culpable al que hay que eliminar. Esto sobre todo porque el polemista 'se apoya en una legitimidad de la que, por definición, es excluido su adversario'.
La polémica se convierte así en un quehacer que se aleja de la búsqueda de la verdad y que históricamente ha contaminado la política, la religión y la justicia. Otro rasgo propio del polemista es un cierto aire teatral, donde la gestualidad cobra protagonismo. Alrededor de la figura del polemista se habrán de sumar amigos o enemigos, bajo la figura del todo o nada. El efecto de este quehacer es, siguiendo siempre a Foucault, el de la esterilización: '¿se ha visto alguna vez surgir una nueva idea de la polémica?'.
Volviendo a nuestro contexto nacional, tenemos políticos-polémicos que se anulan entre ellos, no abren nuevos cuestionamientos, no plantean preguntas y se estancan en estériles usos del lenguaje. A esta práctica nociva, Foucault propone la del pensamiento, entendiendo por pensar 'lo que permite tomar distancia con relación a esta manera de hacer o reaccionar (…) interrogarla sobre su sentido, sus condiciones y fines'.
Quizás estoy pidiendo demasiado, pero, como canta Serrat, sería todo un detalle si hubiera más discusión y menos polémica.