Ley seca en actos masivos
Evitar los desmanes que acompañan a ciertos actos públicos -desde marchas hasta expresiones culturales o artísticas masivas- es sin duda un propósito que merece pleno apoyo. En este sentido, hay que destacar la inquietud de los organizadores del llamado Carnaval de los Mil Tambores, que concentra anualmente en Valparaíso a gran cantidad de personas, jóvenes en particular, y que tiene como escenario las calles porteñas.
Estos organizadores, conscientes de los desórdenes y actos vandálicos y delictuales que opacan la actividad próxima a iniciarse, propusieron a la Municipalidad de Valparaíso dispusiera restricciones a la venta de alcohol -Ley Seca- en el área potencialmente más conflictiva en el desarrollo del encuentro masivo. Así, acogiendo esa inquietud la Municipalidad dispuso limitar la venta de alcohol en las calles Cumming, Almirante Montt y avenida Ecuador después de las 21 horas durante los días de la actividad. Los comerciantes del área han expresado su queja, aduciendo que la medida frenará sus ganancias y favorecerá la venta clandestina, a los supermercados del área y establecimientos del rubro del resto de la ciudad.
Desde el punto de vista de los organizadores y de la ciudad -que en último término termina pagando la fiesta-, la disposición parece lógica pues el alcohol desinhibe, contribuye al descontrol y en muchas personas gatilla la violencia.
Pero la realidad es que quien desee consumir en las calles podrá adquirir bebidas en otros puntos próximos al radio restrictivo. Además, en actos masivos es teórica la prohibición de beber en la vía pública. Prueba de esto último es el caso del Año Nuevo en el Mar en que el brindis callejero, organizado con botellas y copas, es la nota dominante.
La disposición aludida comenzará a aplicarse el próximo viernes 3 de octubre. Habrá fiscalización y sanciones a los infractores. En todo caso, si bien es cierto la queja de los comerciantes afectados tiene base, es necesario, en terreno ver los efectos de su aplicación.
Pero la clave para abordar el problema está en la capacidad de los organizadores del Carnaval para controlar las conductas de los participantes y en el ánimo de esos participantes de respetar y hacer respetar la ciudad. Finalmente, el resultado de la restricción solo se podrá medir con posterioridad a la realización del encuentro masivo, evaluando su perfeccionamiento y futuras aplicaciones.