LLos avances de la neurociencia confirman lo significativo que resulta fomentar el desarrollo integral de los seres humanos. Experiencia y teorías revelan que los hábitos que adquirimos en forma temprana permanecen y se asientan con fuerza en nuestro cerebro, ya que la mayoría de las conexiones neuronales se producen durante los primeros seis años de vida.
De allí la importancia que el entorno cotidiano en que interactúan los niños y niñas ofrezca una variada gama de experiencias, para que ellos puedan acceder a aprendizajes necesarios, mediante intervenciones pertinentes y significativas.
Este inicio oportuno del proceso educativo es fundamental, por ejemplo, para la adquisición de hábitos de alimentación sanos, porque influyen en las condiciones de salud y la disposición hacia ciertas enfermedades que surgirán, posteriormente, en la edad adulta. Y, aunque esta etapa es responsabilidad de la familia, cada vez es más valorada la incorporación de profesionales -en especial educadores de párvulos-, que contribuyan a desarrollar ese potencial.
Cambio de mirada
"Hay que considerar el contexto de las políticas públicas actuales a favor de la infancia, que consideran un cambio de mirada respecto de la atención de salud, según las cuales ésta ya no debe limitarse a trabajar con las personas centrándose en su enfermedad, sino en su integralidad; la idea ahora es favorecer la promoción de la salud y prevención de las enfermedades; es la misma lógica que ha transformado los antiguos consultorios en los actuales centros de salud familiar, por ejemplo, y creemos que en esa lógica de atención las educadoras de párvulos tienen un rol importante", afirma la especialista de la UV.
Educar en salud
"El objetivo final es y será siempre educativo: los niños van a aprender más mientras más oportunidades de aprendizajes tengan en diversos espacios educativos; y en los centros de salud familiar se puede realizar una labor educativa, en conjunto con enfermeras, matronas, fonoaudiólogas, etc. en beneficio de los niños/as, de sus familias y de la comunidad. Considerando, especialmente que la familia es el primer agente educativo, pero para que ello sea efectivo es necesario el apoyo de una profesional que le permita reconocerse como tal, para entregarles las herramientas necesarias desde nuestra especialización profesional, para conocer mejor a sus propios hijos, en conjunto con los otros profesionales", explica María Irma Bustos.