"Yo soy un pobre atorrante que me tiro a los solares / que me tapo con el viento y me abrigo con el aire / Por la mañana, salgo en busca de la vida / Lo primero que encuentro: la policía", dice "El atorrante", una cueca de El Baucha.
El Baucha se ganó el respeto de los administradores del Matadero en ruedas de cantores. Allí, con su voz sin pulir, consiguió un trabajo estable que desempeñó por treinta años. "Fue por el canto que me convertí en matarife", confesó.
El pasado 13 de septiembre murió. A los 87 años en Santiago se fue Luis Hernán Araneda, "El Baucha", fundador junto al también extinto Hernán "Nano" Núñez, del afamado conjunto Los Chileneros, una de las voces más ricas del folclor chileno. Acababa de lanzar en julio pasado su segundo disco solista, "Yo nací pa' cantar cueca", todo una declaración de vida al ritmo del baile nacional.
Con su desaparición parece finalizar el último eslabón de una estirpe de cantores urbanos, los apasionados cultores de la llamada cueca brava. Sin embargo, hay quienes afirman que el espíritu libertario de la cueca brava siempre permanecerá en los rincones más genuinos y ásperos de la ciudad. Uno de ellos es el músico Mario Rojas, padre del sitio web Cueca Chilena, quien además registró entre 1998 y 2000 el documental "La cueca brava de Nano Núñez. Bitácora de Los Chileneros" donde registra conversaciones y paseos con los integrantes del conjunto.
"Hay muchos jóvenes que cantan con la técnica misma del Baucha porque fueron alumnos de él. Uno de ellos es Luchito Castro, el director de Los Chinganeros", asegura Mario Rojas, para quien la cueca brava se desarrolla de Arica a Punta Arenas y su resurgimiento está ligado a una necesidad de encontrarse con las raíces. "Lo que trajo de vuelta a la cueca brava es que nos enfrentó a la realidad del barrio, no a un esquema didáctico ni de grupos que pretenden homenajear a la patria. Es más que eso, es el bar, es la familia, es la cueca que se bailaba en una casa durante una festividad cualquiera", confirma Rojas, para quien más que en un escenario, la cueca existe en los lugares. Explica que la cueca es simplemente música popular que se puede bailar y que no necesita para surgir una mirada ni tan académica ni tan patriota.
El Baucha nació en el invierno de 1927 en el barrio de Estación Central y ya desde los cinco años lo subían a un carro de sandías para que entonara canciones. "Sandías con canto", ofrecía al paso su padre, Juan de Dios Araneda, muy consciente de la gracia y perfecta entonación de su retoño. Como muchos cantores populares, el Baucha aprendió a acompañarse de lo que tuviera a mano para "tañer": platillos, conchas y hasta sillas Vienna de fuente de soda, chasqueteaba con sus dedos, tanto mejor si los recubría con dedales de metal.
Aparte de cultivar la cueca, también cantaba boleros, tangos y rancheras. De hecho, quien quiera admirar su poderosa voz no tiene más que poner en YouTube "Baucha y 'Échame a mí la culpa'" y se encontrará con un video casero de fines del año 2012 donde se lo ve entonando poderoso la famosa canción junto a Margot Loyola, quien visiblemente emocionada al finalizar la canción exclama, apuntándolo: "¡ahí está Chile".
"El Baucha era un personaje complejo; un gran intérprete de cuecas con un registro vocal privilegiado, un personaje extraordinariamente profesional en cuanto a su oficio, nunca bebía en exceso, no recuerdo haberlo visto jamás borracho, simplemente tomaba unas copas de vino para cantar y realmente tenía una voz, o un "pito" como dicen los cuequeros, bastante privilegiada" cuenta Mario Rojas, quien además recuerda que cantó hasta sus últimos días.
"Cuidaba mucho su voz. Además, tenía una dieta bastante sana, comía mucha verdura y por lo general no comía carne. Yo creo que eso tenía un poco que ver con el hecho de que había sido matarife, tal vez había comido demasiada carne de joven, y en algún punto dijo ya nomás", relata Rojas.
"Recuerdo al Baucha como un personaje con una gran dignidad, con un gran orgullo justificado por su manera de cantar. También como un personaje conflictivo, una persona que tenía opiniones muy propias que las decía en cualquier lado independiente del malestar que provocara en los otros. Era un gran amigo, generoso, buena onda, siempre dispuesto a invitarte, a estar contigo. También era un hombre de familia, capaz de mantener a sus hijas y a su circuito más cercano, un hombre que trabajó en el matadero y que después ya jubilado se dedicó a cantar", puntualiza Mario Rojas.