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'No he querido volver a mirar el libro detenidamente, me da miedo'

Literatura. Diego Zúñiga estuvo cerca de seis años trabajando en 'Racimo', obra que publicó este año y que aborda el caso de Alto Hospicio.

El mercurio

Random House

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Corría 1998, cuando Julio Pérez Silva - a quien a la postre se le conocería como el 'psicópata de Alto Hospicio'-, asesinó a una joven de 17 años, siendo la primera de un total de 14 víctimas. Diez años después de ese primer homicidio, Diego Zúñiga (Iquique, 1987) empezaba a pensar en escribir una novela sobre el caso. 'Tenía 21 años, no había publicado todavía 'Camanchaca', no la había ni siquiera escrito. Pero en ese tiempo como que me venía dando vuelta la idea de abordar el caso y probar cómo resultaba el asunto', cuenta el autor.

De hecho comenzó a trazar las primeras líneas, pero en el camino apareció 'Camanchaca', el primer libro que lanzó en 2009 (y que luego tuvo una reedición en 2012, por Random House). Pero no sólo fue el tema de dedicarse a este libro lo que detuvo su primer proyecto, sino también porque 'sentía en ese momento que esta historia de Alto Hospicio requería de mayor experiencia mía, tanto como escritor y como persona. Entonces entendí que era un proceso mucho más largo que el llegar, sentarme y escribir', comenta.

Durante todos esos años siguió trabajando en el proyecto, pero en forma intermitente y con muchas dudas: 'Si iba a hacer un libro mucho más cercano a la crónica, encontrarle los tonos, el narrador, saber qué quería contar, por qué me interesaba el caso en el fondo. Uno escribe muchas veces para tratar de entender por qué te obsesionas con ciertas cosas. Entonces fue un proceso bien largo, hasta que el año pasado dije 'puedo estar toda la vida en este novela' y sentí que me debía sentar y tratar de ver qué iba a hacer con el libro'.

En su dedicación 'encontré el tono, el narrador y fui entendiendo algunas cosas de por qué me interesaba la historia mientras lo fui escribiendo'. Con el grueso de la obra ganó un premio del Consejo del Libro, y comenzó el proceso de edición que terminó en 'Racimo' (Random House Mondadori), que desde hace algunos meses llegó as las librerías.

-¿Crees que superaste esta obsesión por el tema al publicar la historia?

-Es complicado, porque en el fondo... Yo no he querido volver a mirar el libro detenidamente, me da miedo. Roberto Bolaño decía que 'su religión no le permitía releer sus libros'. Me gustó esa idea, porque también puedes estar obsesionado mucho rato. Entonces ahora me siento un poco distanciado del libro, y que ya está. No sé qué más podría hacer, aunque obviamente uno puede corregir más los textos.

Pero para el autor, 'Racimo' también es un libro que denomina de 'transición'. O por lo menos, así lo siente, ya que está entre dejar atrás su primer libro -'que apareció de pronto y le fue más o menos bien-, asumir los cambios que ha experimentado en su vida y las cosas que quiere hacer en el futuro. 'Para mí es un libro muy de transición. Hay algunas líneas que están ahí dibujadas que me interesa profundizar, cosas que a lo mejor ya no voy a volver a entrar y que están ahí. Es un libro bien extraño, pero le tengo mucho cariño obviamente porque me pasé muchos años metido en ese mundo', comenta; agregando que ahora se encuentra recibiendo las primeras lecturas. 'Mi idea es que obviamente el libro se lea mucho y genere ciertas reflexiones que están ahí sugeridas'.

-¿Cómo cuales?

-Para mí es muy importante el tema político del libro, y el tema de la discriminación social me parece que es muy actual. Este es un caso que pasó hace varios años, pero me parece que esos mismos problemas siguen súper presentes, para mí como país. En ese sentido, me parece importante a veces trabajar en la literatura esos temas que a uno lo obsesionan también como temas más políticos, en momentos políticos puntuales.

Diego Zúñiga siempre es nombrado dentro de los artículos o listados de los nuevos narradores chilenos. Según un artículo de Francisco Ortega, es parte de la camada de una especie de 'neo-nueva narrativa chilena', por ponerle un nombre. 'Me pareció súper generosa la lista de Francisco', dice el autor iquiqueño.

Pero más allá de eso 'me pareció un artículo muy preciso en el sentido de que sí creo que están pasando muchas cosas, y que hay un grupo de escritores jóvenes, algunos nacidos en los '80 sobre todo, que están haciendo cosas bien interesantes, o que han escrito primeros libros que me parecen muy rotundos en algunos casos', asegura. 'Me parece súper sano, como que entra aire por así decirlo', agrega.

Su mirada no es solo la del escritor, sino también la del editor, ya que también tiene una editorial: Montacerdos, la cual ya ha publicado cinco títulos, entre los que se cuentan 'Cuando hablábamos con los muertos', de la escritora argentina Mariana Enríquez; y 'Flores nuevas', del también trasandino Federico Falco.

-En este nuevo escenario narrativo chileno, ¿ayuda que haya más editoriales independientes?

-Indudablemente la aparición de las independientes abrió el naipe de juego, por así decirlo. Podemos arriesgarnos más, hacer apuestas, podemos fallar mucho más también, porque las editoriales grandes acá en Chile publican muy poquita narrativa chilena. Por ejemplo, Random este año habrá publicado unos seis o siete libros de narrativa, y yo con Montacerdos publicamos cinco. Y hay otras editoriales chicas que han publicado muchísimos más libros. Entonces como no tienen mucho margen de error las editoriales más grandes, eso hace que las chicas tengamos mucho más posibilidades de apostar, porque uno se la juega por esas cosas.

-¿En qué sentido?

-Yo no tengo la obligación de vender miles de ejemplares como editor, mientras venda los ejemplares que correspondan, en general puedo sobrevivir. Entonces, eso hace que uno pueda apostar por estéticas nuevas porque, claro, editar a un autor joven, nuevo, no es fácil porque la gente no sabe quién es, y en el fondo nosotros, desde la editorial, apostamos a la calidad'.