Entre tambores nocturnos y bocinazos
Las ciudades son muchas veces víctimas de ellas mismas, en donde los factores endógenos causan tanto perjuicio como los exógenos. Valparaíso es un caso bien ilustrativo y ejemplos sobran. La ciudadanía hace mención de la inseguridad, los perros vagos, la basura, grafitis, falta de civismo, etc. No es necesario ser muy suspicaz para constatar que aquí no hay estructuralmente ni liderazgo, ni voluntad, ni fiscalización.
Tomemos solo un ejemplo y al alcance de todos: la polución acústica (tambores nocturnos y bocinazos), cuya solución nada tiene que ver con una falta de recursos.
La Constitución Política, artículo 19 Nº 8, asegura a todas las personas el derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación, incluyendo la acústica. Lo que pasa en Valparaíso con los tambores nocturnos, que duran toda la noche, y las fiestas alcoholizadas son una bofetada a cualquier criterio cívico y una infracción flagrante a la ley. Como cada Municipalidad regula a través de ordenanzas y estas son normas obligatorias aplicables a la comunidad, en Valparaíso tenemos la ordenanza No 340. En su articulo No 2 queda prohibido producir, estimular o provocar ruidos molestos que perturben la tranquilidad o reposo de la población. En su articulo No 3 se prohibe la música y la algarabía en la vía publica después de las 23 horas y se prohibe producir música pública que pueda ser percibidos por los vecinos. Letra muerta. Toda una población agredida por tan pocos, sin límite y tolerancia.
Respecto de los bocinazos propinados por la tradicional conducta irresponsable de los microbuseros, pueden generar dolor de cabeza, insomnios, defectos auditivos, tensión nerviosa, alteraciones del ritmo cardíaco, estrés, alteraciones mentales, tendencia a actitudes agresivas, riesgo coronario, hipertensión arterial, etc.. La fiscalización de estos atentados a la salud pública está a cargo de inspectores municipales y de Carabineros y las infracciones son sancionadas con tres UTM. Letra muerta.
En síntesis un ejemplo de leyes, reglamentos, ordenanzas que fueron dictadas para mejorar la calidad de vida, pero como tantas otras, no sirven para nada y a vista y paciencia de quienes deben velar por una ciudad mejor, pero que nada hacen para que ello suceda y menos cuando la autorregulación y el respeto al prójimo es algo de lo que solo se habla pero que no se practica.
Jaime LLambías Wolff