El año de la educación superior
Iniciamos este año académico con la expectativa de lograr por fin en Chile una educación equitativa y de calidad. Sabemos que una buena educación en todos los niveles es factor principal para asegurar el desarrollo social, espiritual y material de la sociedad.
El diagnóstico existe. Chile adoptó un modelo de mercado de la educación superior hace 34 años, centrado en la demanda, que impactó fuertemente en el aumento de la cobertura, pero sobre la base de un sistema desregulado, con una institucionalidad pública pobre y con mínimas facultades, con controles dirigidos solo a la universidades estatales y muy débiles hacia los demás proveedores, integrado por instituciones de calidad diversa, con anarquía arancelaría, con ofertas de carreras rentables para el proveedor sin importar las verdaderas necesidades del país, sistemas de admisión desregulados a excepción de las universidades del CRUCH y las instituciones adscritas a dicho sistema, con claras tendencias centralistas y con inequidad territorial, con impactos en la segregación de nuestra sociedad.
El sistema de financiamiento a la demanda no ha tenido un correlato real con la calidad y ese es un tema que también debe ser abordado. Quienes debieron soportar el peso del gasto en educación superior fueron principalmente las familias, enfrentadas a una educación superior cara, que fue la motivación real de los movimientos sociales de 2011.
El modelo se centró en la formación de profesionales, pero descuidó la formación de técnicos de nivel superior. La creación de instituciones estatales para la formación de calidad y con equidad en este ámbito, apuntan a resolver un problema pendiente y urgente.
La sociedad del conocimiento requiere que el país invierta más en ciencia, tecnología e innovación, recursos humanos y equipamiento mayor. Para ello lo más importante es el aumento del capital humano avanzado a lo largo de nuestro territorio. El país ha avanzado en este ámbito a través de becas Chile formando a miles de doctores. La tarea ahora es su inserción en universidades y centros de investigación, tarea que ha iniciado Conicyt y que debe ser fortalecida. El país debe generar una potente política en el ámbito de la investigación científica y tecnológica que aumente nuestra participación en la sociedad del conocimiento y para ello se deben poner las condiciones humanas y materiales que permitan dar un salto al desarrollo.
Los desafíos son inmensos y, por ello, cada uno de los temas que implica una reforma de esta envergadura, debe ser abordado con sabiduría, con visión de futuro y de largo plazo, con el conocimiento y participación de los actores, con contextualización y realismo. El país tiene ahora una tremenda oportunidad, que no se presentará sino en muchos años más. Se juega Chile entonces su futuro y no puede desaprovechar esta ocasión. Se espera que la generación de actores a quienes les corresponderá tomar decisiones en esta trascendental materia, lo hagan desprendidos de intereses particulares, de populismos, ideologismos o dogmatismos.
Patricio Sanhueza V.