¿Por qué queremos a nuestras ciudades?
"Las ciudades de Chile se dividen entre las que se parecen a Quillota y las que no se parecen a Quillota", decía el memorable Renzo Pecchenino (Lukas) honrando el profundo amor que sentía por la ciudad puerto. En su genial estilo, quería decir que era una típica ciudad chilena fundada a la usanza española del tablero de ajedrez, en cambio Valparaíso, una maravilla natural encumbrada en 42 cerros con un anfiteatro inigualable que mira el mar. Esta mezcla de culturas, tradiciones, historias, antepasados hacen a su población sentir infinito orgullo por su ciudad.
Pero volvamos a Quillota. Ciertamente no cuenta con tal geografía ni tiene vista al mar; sin embargo a diferencia de la mayoría de nuestras ciudades disfruta de un bien intangible, que hace que sus habitantes se sientan parte de ella. En Quillota la gente se conoce, compra en el almacén, ayudan a los que "cayeron" al vicio y a los sin techo, el mismo alcalde los domingos atiende como médico a los vecinos enfermos. En Quillota se organizan campañas permanentes de recolección de ropa para los más necesitados, no hacen falta incendios ni terremotos para ser generosos. En fin, tienen una cultura de la colaboración digna de imitar.
Es esa extraña "humanidad" la que hace que las personas se consideren vecinos y, entre todos, ciudadanos. Es verdad que no es una comuna que desborda riquezas económicas ni modernidad; pero sus habitantes y autoridades locales han puesto su interés en el desarrollo humano.
Entonces, cuando el 90% de nuestra población vive hoy en ciudades, cifra que va en aumento, y se han escrito tantos libros sesudos sobre la vida en las ciudades (respecto a lo cual tenemos mucho que aprender), esta columna trata humildemente de rescatar aquello que por simple y básico se olvida, y a veces se desprecia: nuestra vida en comunidad se basa en relaciones de afecto y respeto, sólo en las simples virtudes ciudadanas se puede construir una organización social fuerte y cohesionada. Y de paso, lograr ese bien tan apreciado y escaso: que las personas tengan buena calidad de vida y se sientan, simplemente, felices.