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Intendencia y Consejo Regional

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La Constitución de 1925 establecía la existencia de Asambleas Provinciales destinadas a asesorar al intendente "en la forma que determine la ley". Pero la ley del caso nunca existió y la buena intención descentralizadora y participativa de esas asambleas quedó solo en el papel.

La Constitución de 1980 rescató el concepto y estableció los Consejos Regionales de Desarrollo. De hecho, funcionaron integrados inicialmente por representantes de las Fuerzas Armadas y de organismos públicos y privados. Esas entidades tenían también por objeto asesorar al intendente. Posteriores modificaciones democratizaron los consejos (Cores), entregando la designación de sus integrantes a las municipalidades. Se avanzó en esa democratización hasta llegar a la designación popular directa de los consejeros, lo que se hizo, por primera vez, en la última elección municipal.

Con su estructura actual, los Cores están llamados a ser decisivos en la tan necesaria descentralización del país. Actualmente constituyen el llamado Gobierno Regional y tienen facultades relevantes, como administrar un presupuesto de alto monto, la posibilidad de formular proyectos y otras funciones de alcance regional.

Con todo, son organismos nuevos, que deben buscar legitimidad más allá de las leyes que los establecieron y que norman su funcionamiento. Se podría decir que aún son lejanos para la población, contrariamente a lo que ocurre, por ejemplo, con las municipalidades y sus concejos.

Por todo lo anterior, por la importancia y proyección de sus tareas, es necesario que su funcionamiento sea transparente y se coordine, manteniendo la independencia, con el intendente, representante del Ejecutivo, dotado también de importantes facultades y jefe del aparato administrativo local.

En nuestra región las funciones del Gobierno Regional no han estado exentas de problemas, a partir de casos de corrupción bajo distintas administraciones, casos algunos ya sancionados y otros en conocimiento de la justicia. Estas situaciones, sin embargo, no deben hacer perder la meta de trabajo tanto del Core como del intendente: el desarrollo regional. Lamentablemente, ello tropieza en una tensa relación -"pésima", se afirma- entre el intendente y Consejo Regional.

Desde el punto de vista del bien común, esta situación es inaceptable. Hay desafíos como reconstrucción y sequía. Urge que las partes en conflicto busquen puntos de acuerdo y destraben desencuentros. La mantención del conflicto es paralizante, pues afecta un frente de trabajo público importante, y también es una gota más de combustible para la hoguera en que arde la apreciación ciudadana de la política y los políticos.

Modelos puros

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En los estudios del comportamiento humano en las organizaciones, hay un autor clásico que iluminó -hace decenios- acerca de la visión de la persona en el mundo del trabajo. Sostiene, como consecuencia, que la mirada que tengamos de la naturaleza humana habrá de influir en el modo como ejerzamos la dirección de personas. Para ello, imagina dos "modelos puros", polares, en que divide nuestras conductas. Denomina persona X a aquella que rehúye el trabajo y para quien éste es un castigo derivado de la "expulsión del Paraíso". No asume sus responsabilidades, por lo que necesita un fuerte control, conducción, mecanismos duros de incentivo, "castigo".

En el opuesto está la persona Y. Ella es responsable, automotivada, autocontrolada, libre y autónoma. Su motivación se ubica en lo más alto, pues probablemente radica en su interior el gozo por el deber cumplido. Pero esto va más allá del mundo del trabajo y podemos extenderlo libremente a la vida en sociedad y nuestro caminar en medio de los otros.

Una propuesta así nos obliga a pensar que tales extremos no existen de manera tan pura. Que finalmente somos algo de X y algo de Y. ¿Cuál es aquella proporción de cada extremo que nos constituye? ¿Qué determina lo que somos y la forma de comportarnos? Cuando se reflexiona sobre la visión que tenemos fluyen perspectivas que incluyen la cultura, la experiencia de vida, la edad y la generación a que se pertenezca, los procesos de socialización de que hemos sido parte, las caídas y veces que nos hemos levantado, la consciencia del mundo y mil más.

Las leyes que prohíben u ordenan la vida buscan que nuestro lado X respete la convivencia. Hay en ello un énfasis en el castigo, el costo, el incentivo negativo, pues no somos ángeles. El supuesto es que tales reglas recogen lo que contribuye al bien común, que son eficaces y no ilusiones impracticables, que son reflexivas y no hechas en medio de una tormenta para calmar a los dioses, que tienen razón digna de ser aceptada por las personas de buena voluntad.

Pero el llamado a la grandeza de la condición humana va más allá de la convenciones útiles, sino que alcanza a la exaltación del lado Y. Aquel que nos hace comportarnos de una manera que reciba el reconocimiento de aquellos de alma limpia, sin envidia hacia nosotros. Ser más Y se refleja en la autonomía moral que alegra el corazón propio por el cumplimiento del deber per se, por la generosidad entregada invisible cada día, por la sencillez del paso que lucha por no cruzar límites que el interior personal avisa.

Bernardo Donoso