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En búsqueda de un gabinete empoderado

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Felipe Vergara Maldonado

Luego de más de 100 horas de espera (o cinco meses si asumimos que el primer ruido de cambio fue a fines de noviembre), por fin pudimos ver el desenlace del anuncio de la Presidenta Michelle Bachelet sobre el cambio de gabinete. De los nombres que salieron, muchas sorpresas no hubo. Salvo, eso sí, que había otros tantos que también sonaban para irse y que en esta oportunidad parece que siguen en la titularidad, como es el caso de los ministros Undurraga, Gomez-Lobo y Williams; y aunque hubo nombres nuevos, enroques y premios de consuelo, como en los casos de José Antonio Gómez y Ximena Rincón, es bueno en esta oportunidad concentrarse en el comité político. Mal que mal, son ellos quienes lideran la agenda gubernamental.

Lo que sí sorprende son quienes entran y no por sus competencias, porque aún no podemos analizarlas -salvo a Burgos, que es conocido en estas lides-, sino por lo lejanos que parecían del quehacer de La Moneda.

Ver entrar al salón Montt-Varas al exdiputado y embajador de Chile en Argentina, Marcelo Díaz, fue una sorpresa. Díaz ha estado alejado de la política contingente y dedicado a su rol diplomático, lleva un año fuera del país y, por lo mismo, lejos de la contingencia política. Sumado a eso, las vocerías de Elizalde no han sido del agrado de la ciudadanía y, por lo mismo, lograr reencantarlas es algo que requiere de un manejo comunicacional y empático mayor, que en el caso de Díaz está por verse.

Por su parte, se integra a la Secretaría General de la Presidencia un diputado que se ha destacado por ser de los más duros contra las malas prácticas en el Parlamento, llegando a solicitar elecciones nuevas para aquellos que hayan ganado de manera poco transparente. Pese a ello, hoy tenemos un Congreso bastante díscolo, que no pudo ser manejado por la exministra Rincón, se supone que un PPD -como Insunza- logrará aunar criterios. La tarea es compleja en vista de los proyectos que se vienen, como reforma laboral y de transparencia política.

Otro de los cambios esperados era el del ministro de Hacienda. La relación hostil que estaba teniendo con el empresariado hacía muy difícil avanzar en un clima que promoviera la inversión y el empleo. Hoy Bachelet hace un guiño al mundo de la empresa y pone como ministro a alguien más cercano a ellos, independiente de su militancia política (PPD). Valdés es reconocido como un hombre menos extremo que su antecesor Arenas y que, además, junto con su labor académica, ha tenido un rol activo en el área privada, lo que le permite empatizar mucho más con dicho sector.

Finalmente, Burgos era el gran nombre que sonaba para Interior: su experiencia y muñeca política lo dejaban en un privilegiado lugar para asumir dicho cargo. Burgos ya ha pasado por esas lides: fue subsecretario bajo el gobierno de Ricardo Lagos, además de ocupar otros tantos cargos gubernamentales y de elección popular. Los desafíos que le vienen no son menores, sobre todo ante la baja popularidad que enfrenta la Presidenta y que deberá intentar revertir rápidamente, recogiendo la experiencia y voz de mando que este gobierno necesita.

Finalmente, la apuesta del nuevo gabinete es mayúscula, con la popularidad por el suelo, una Presidenta poco empoderada, cifras macroeconómicas frágiles, proyectos de ley estancados, una clase política en descrédito y repetidos desastres naturales en los últimos meses.

No hay mayor discusión: solo queda ver si el cambio es la renovación que La Moneda tanto necesita.

¿Cuál fue la razón de la caída de Alberto Arenas?

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Alejandro Maureira Butcher

Confieso que el exministro de Hacienda, Alberto Arenas, no era santo de mi devoción, pero su simpatía nada tiene que ver con sus competencias y destitución. Si bien no hay una declaración oficial de ésta, se asume que la razón fue el (golpeado) crecimiento económico. Entonces, el ex secretario de Estado salió por llevar adelante el programa de gobierno, ¿no? Perdón, pero me surgen estas dudas: ¿Quién o qué se fue con Arenas?, ¿cuál fue la razón de su caída?, ¿fue su cargo, su gestión, sus características personales o el programa de gobierno?

Seamos concretos: el bajo crecimiento económico es el resultado del programa de gobierno y la estatización que se lleva adelante. Entonces, las cifras macroeconómicas hubiesen sido las mismas con o sin Arenas, encargado de gestionar el mandato que recibió, entre ellos el de sacar adelante un cambio tributario que resultó en un magro crecimiento y exceso de deuda que en décadas no veíamos.

La respuesta está por verse. Si Rodrigo Valdés -el nuevo ministro de Hacienda- devuelve el país sin deuda, concluiré que la decisión -del cambio- se debió a las recomendaciones de cómo llevar adelante el programa por parte del saliente ministro de Hacienda; el mismo que a pocos días antes de finalizar su mandato inscribió ante la SEC norteamericana un bono (sí, de deuda) por 2 mil millones de dólares.

Si Valdés sigue adelante con el endeudamiento, se reafirmará la idea de que el Gobierno no cuenta con los recursos para hacer frente a los compromisos de este año y que la reforma tributaria no recaudará más. Por el contrario, y según estimo, con el diseño de la actual reforma se recaudará menos impuestos que sin ella.

El contexto de la deuda país es el siguiente: Andrés Velasco entregó el primer gobierno de Bachelet con una deuda inferior a medio punto del PIB; Felipe Larraín lo hizo con un poco menos que Velasco. Hay que destacar que el primero enfrentó una crisis económica mundial y el segundo uno de los terremotos más violentos de la historia. En contrapartida, Arenas deja Hacienda con una deuda de 1,6% del PIB solo en el 2014, tres veces más que sus antecesores y, peor aún, en pleno declive.

Para este año estimo una deuda de 2,8% del PIB. Suma y sigue: desde LyD, con el obvio sesgo opositor, pero con el profesionalismo técnico que los caracteriza, se señala que la deuda país en 2016 será de 7,5% del PIB. Entonces, ¿es el endeudamiento la razón de la caída de Arenas?, ¿viene Valdés a detenerla? y ¿podrá el Gobierno seguir estatizando sin recursos? Son algunas de las preguntas que surgen frente a este cambio de mano en Hacienda.

Si acá no hay respuestas a ellas, entonces, el programa de gobierno atrapará al nuevo secretario de Estado, quien tiene el desafío de hacer crecer al país sin endeudarlo.

De lo contrario, será solo la continuación de Arenas en este programa que disfraza estatizaciones con la palabra "reforma".

Perdóneme una vez más, desconfiado lector, pero yo sí estoy a favor de las reformas. Es más, las creo necesarias, pero concluyo que acá no se está reformando nada, sino que solo vemos cómo se estatiza la educación, los sindicatos y la salud, quizás hasta las pensiones. Cuando se menciona la palabra "reforma" el Estado crece y con ello la necesidad de recursos fiscales, lo que explicaría la caída de Arenas y, por lógica, también la de Valdés.