Al rescate del ejemplo de Prat
"El 21 de mayo es una fecha relevante en la historia de Chile y tiene un significado no solo para la Marina, sino que para todo el país". Declaraciones del comandante en jefe de la Armada, almirante Enrique Larrañaga, en entrevista con este Diario. Y tiene razón también cuando lamenta "los desmanes que se producen después de la cuenta presidencial, eso empaña esta conmemoración que es tan profunda, que tiene tanto significado y que a la larga se pierde, porque la noticia finalmente termina siendo la de los desmanes".
Lamentablemente, es verdad, pues el acto de homenaje y recuerdo a Arturo Prat, cuyos restos junto a los de sus hombres reposan en Valparaíso, termina generalmente opacado por la violencia y daños a la propiedad pública y privada que generan unos pocos en la marcha.
Pero lo más grave es que en ese mar de gritos, declaraciones y lógicas reacciones policiales se ahoga, cada día más, el ejemplo de Arturo Prat.
Hay que recordar que el héroe muerto en Iquique tiene una vida ejemplar que se inicia cuando niño. Llegado desde el Chile profundo, ingresa a la carrera naval.
Ya oficial, debe cumplir misiones delicadas, incluso internacionales, pero se da tiempo para realizar estudios de Derecho, para abrir una modesta oficina en Valparaíso y también para hacer clases en una escuela nocturna porteña a grupos sociales desposeídos. Así, tenemos al Prat que se supera y también al hombre precursoramente solidario.
Casado, es padre ejemplar, cariñoso, en el marco de una situación económica compleja. No tiene casa propia y vive en la de un pariente situada al pie de un cerro porteño.
Su última misión es casi una condena a muerte: el bloqueo de Iquique al mando de un barco viejo, mal armado, de escasa maniobrabilidad. Sabía el comandante Prat que enfrentaría a rivales poderosos, pero resiste firme, y su muerte abre el camino de la victoria. Existencia corta: 31 años, pero determinante en el conflicto y modelo de vida en medio de las más adversas circunstancias.
Lamentablemente, como bien lo expresa el almirante Larrañaga, todo eso se diluye en medio de un innecesario clima de tensión y de violencia que a nada conduce, donde todos pierden, sufre la ciudad y la seguridad de las personas.
Se insiste en la idea de separar la jornada política del Congreso Pleno de la conmemoración del 21 de mayo. Podría ser una solución, pero queda flotando el problema de fondo: la falta de respeto de algunos grupos vociferantes a dos actos que deberían compatibilizarse en un escenario de tolerancia ciudadana que permita rescatar el ejemplo de Prat, el héroe y el ser humano.