Secciones

Valparaíso es puerto… y mucho más

E-mail Compartir

En los 90 el país profundizó una estrategia exportadora que tuvo tal éxito que tiró el carro de toda la economía, posibilitando un crecimiento como nunca se conoció en nuestra historia, el que se expresó en mejores condiciones de vida para los chilenos. Piedra angular de esa estrategia fue el desarrollo de infraestructura portuaria por vía de inversión fiscal directa y privada, a través del sistema de concesiones, de la que la región fue punta de lanza.

Hoy, 25 años después, el mundo se ha hecho más competitivo y cada día actores luchan por participar de los beneficios del comercio exterior, mismo que es motor de nuestra economía. Y cerca del 95% de la actividad exportadora se realiza a través del mar. Por ello la necesidad de generar condiciones para que los proyectos portuarios apoyen los esfuerzos del Estado, por avanzar hacia el desarrollo. Por cierto, de esta forma se impulsa el crecimiento y modernización del país y también de las zonas en que estas obras se emplazan.

Tal es el caso de nuestra región, en que tenemos el privilegio de contar con un frente portuario natural con tres excelentes puertos como Quintero, Valparaíso y San Antonio, oportunidad única para sustentar nuestros intercambios y que requiere ser capitalizada con una mirada estratégica que detone inversiones en infraestructura de interconexión, que permita sumar sus capacidades y fortalezas por el bien del país.

Afortunadamente la región cuenta actualmente con importantes proyectos para modernizar y ampliar su capacidad de transferencia de carga e intentar seguir siendo competitivos. Iniciativas empresariales que, por supuesto, consideran importantes inversiones en el borde costero.

De hecho el año pasado compartimos esa mirada de futuro con el estudio "Infraestructura crítica para el desarrollo", en cuyo capítulo portuario expusimos la necesidad de mejorar las condiciones del puerto de Valparaíso para recibir naves con mayor capacidad y de última generación, lo que requiere inversiones en nuevos terminales en el muy corto plazo. Inversiones que incluso ya están comprometidas, como la del T2.

Ante ello como Cámara creemos que las inversiones en infraestructura portuaria, particularmente en Valparaíso, son fundamentales para nuestra región, pero además son cruciales para el futuro del país. Y eso incluye la vialidad necesaria para trasportar la carga desde y hacia nuestros puertos, así como el proyectado puerto a gran escala.

Por eso vemos positivamente todos las iniciativas de inversión que se están desarrollando y en carpeta. Y creemos que es imperioso materializarlos todos, dando una señal potente. Pero al mismo tiempo y con mucha fuerza, decimos que Valparaíso puede y debe constituirse en una comuna diversificada. Es decir, debe ser principalmente portuaria, pero además patrimonial, turística, comercial y universitaria. Todas las actividades deben tener espacio y coexistir por el bien de la comunidad.

Si logramos que Valparaíso aproveche sus ventajas y las oportunidades que se le abren de la mano del sector portuario, daremos vida a un nuevo Valparaíso dinámico y competitivo que a mediano plazo logre recuperar la importancia nacional e internacional que nunca debió perder. Por cierto, la infraestructura portuaria es central para ello.

Jorge Dahdal Casas-Cordero

Plano Regulador de Viña del Mar

E-mail Compartir

La Municipalidad de Viña del Mar ha anunciado la suspensión del otorgamiento de permisos de construcción en altura (de su "congelamiento" habla la noticia) en la llamada población Vergara. La medida ha sido adoptada como preliminar a ciertos anunciados estudios definitivos sobre el Plan Regulador que deba regir la citada población.

En una ciudad de indiscriminada edificación en cuanto a estilos, volúmenes y localizaciones, con independencia de si se trata de una "ciudad bella" o no, la providencia es acertada. Pero me temo que no lo será tanto la decisión definitiva que haya de asumirse, porque pareciera que los responsables de esta materia se mueven con la lógica del "todo o nada", vale decir, con permitir que se construya donde se quiera o prohibir que se construya en todas partes. Con ello se renuncia a dirigir, orientar y planear la configuración de la ciudad.

En Viña del Mar hay barrios y calle arquitectónicamente deplorables. Tal juicio merece la edificación, por ejemplo, en la calle Quillota desde 4 o 5 Norte hacia el norte, en la calle San Antonio, en parte de las calles 6 Norte y 4 Oriente, o en buena parte de la calle Valparaíso; lugares estos en donde se pueden encontrar edificaciones muy antiguas, de un piso, de pobrísima estética, muy frecuentemente destinadas al comercio de mínima cuantía.

En el sector de la población Vergara hay algunos enclaves que merecen un juicio semejante. ¿Por qué no promover la buena construcción, incluso de edificios de altura, en esos sectores degradados y conseguir así su transformación completa?

El futuro nuevo plan regulador, pues, debería proponerse, por un lado, preservar de la construcción de edificios altos, "malls" o locales comerciales a barrios completos; y, por otro, fomentar todo eso en diversos barrios en que parezca apropiado. Ello puede ser el comienzo de la restauración de una urbe actualmente tan desequilibrada y heterogénea cuando no envilecida en muchos de sus sectores.

Aprovecho la ocasión para abundar sobre un tema ausente, diría que en Chile. Se trata de la "critica arquitectónica", que en realidad solo se puede observar ejercida en un programa de televisión denominado "City tour", cuyos criterios, empero, son a veces muy discutibles. El punto es que, así como hay una crítica literaria, cinematográfica, teatral o de espectáculos, ¿por qué no la hay con respecto a la arquitectura aplicada a la construcción de oficios públicos y privados?

En Viña, por ejemplo y también en Santiago, hay algunas edificaciones verdaderamente hermosas; pero las hay también abominables. Si la crítica arquitectónica fuera ejercida regular y competentemente, los arquitectos y diseñadores tratarían de aplicar arte a sus creaciones. Mientras no exista aquélla, esos profesionales se quedan con la opinión de sus cónyuges o padres que, por cierto, tienden a considerar sublime el engendro de que se trate.

Alejandro Guzmán Brito

Las preguntas que nadie formula

E-mail Compartir

Un programa estelar de televisión tituló "La furia de Chile" su edición del pasado martes e intentó generar un espacio necesario de debate sobre las demandas que, en mayor o menor medida, tienen al actual gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet con índices históricos de desaprobación ciudadana. El principal invitado, el actual subsecretario de Interior, no escabulló ninguna de las preguntas, pero sí hizo saber su desacuerdo con el nombre con el cual el canal decidió bautizar la transmisión, a menos de 48 horas de la segunda Cuenta Pública presidencial en Valparaíso. A ratos puede sonar hasta injusto tanta vehemencia y focos de protesta por demandas o postergaciones, pero si algo quedó claro tras una nueva y masiva marcha por las calles del Puerto es que los ciudadanos asumieron finalmente el poder que los mismos gobernantes han insistido en traspasarles en los últimos años, situación con la cual pocos podrían o debieran estar en desacuerdo. El gran problema es otro y parece hacer referencia a la absoluta imposibilidad de las autoridades -las presentes, las anteriores y las que vendrán- de hacerse cargo de la totalidad de la deuda que el Estado mantiene con la ciudadanía y los distintos grupos que hoy copan las calles con una y mil exigencias.

Actualmente, en la Región de Valparaíso, podemos ver a un más que capaz gobernador provincial, desgastado entre la dicotomía de asegurar el derecho a las marchas y la libre expresión, en conjunto con resguardar el orden público y los casi inevitables desmanes que se producen en fechas como éstas. Paralelamente, contamos con un intendente decente y bien intencionado, pero cuyo equipo -por inercia o incapacidad- no consigue traspasar a terreno los cambios y reformas impulsados desde La Moneda con la celeridad requerida. Si a ello le sumamos una mochila llena de imponderables (el megaincendio, el derrame y la sequía), es de justicia exigir que cualquier evaluación que pueda hacerse de las autoridades locales no responda a sesgos partidistas ni a visiones parceladas hechas desde un escritorio en el segundo piso del Palacio de La Moneda. ¿Qué es lo que debiéramos pedirles a nuestras autoridades regionales? Esa es la pregunta que, al parecer, nadie se ha hecho con mediana seriedad. ¿Reactivación económica? ¿Empleos? ¿Acelerar la reconstrucción? ¿Parques urbanos? ¿Definiciones portuarias? ¿No más casos de corrupción y fraudes en la Intendencia? Son, finalmente, la ciudadanía y sus instancias intermedias quienes deben identificar las prioridades que estiman necesarias. Hoy, salvo por algunas peregrinas organizaciones, poco se ve de ello.