Académico sobreviviente del sitio de Leningrado compartió su experiencia
Historia. Novecientos días duró la ocupación nazi de la frontera entre Oriente y Occidente, cuya política fue dejar morir de hambre y frío a los ciudadanos rusos.
El doctor en ciencias del Instituto de Física Biológica de la Academia de Ciencias de Rusia y hoy docente de la Universidad Técnica Federico Santa María, Alexander Zamyatnin, apenas bordeaba el año de vida cuando lo que hoy conocemos como San Petersburgo -ciudad llamada Leningrado desde 1924 hasta la caída de la Unión Soviética- fue tomada por las fuerzas nazis en 1941, durante novecientos días.
Desde aquel 8 de septiembre, como relató el académico ante un centenar de personas que asistieron a la última jornada del encuentro cultural "Rusia, desde fines de los zares hasta Putin", organizado por la Universidad Andrés Bello, los tres millones de habitantes de Leningrado debieron sobrevivir "sin calefacción a inviernos con -32,1°C y 52 centímetros de nieve", contó el científico, situación que los llevó "a quemar muebles y libros para sobrevivir; problema sumado a la imposibilidad de cultivar en un clima así, donde la mayor parte de la población murió de hambre, quedando reducida a menos de 500 mil habitantes".
MUJERES Y NIÑOS
Así, San Petersburgo, reconocida mundialmente por la belleza de su arquitectura inmortalizada en construcciones como la Fortaleza de San Pedro y San Pablo, el Palacio de Invierno o el Museo del Hermitage, fue cubierta durante la resistencia por un contingente de "aerostatos que impedían la visión de la ciudad para evitar bombardeo específico", mientras en la tierra, según Zamyatnin, "las mujeres que aún tenían fuerza construían trincheras, niños de 13 años fabricaban armas y las jovencitas combatientes de la defensa aérea cogían las bombas caídas en los techos para tirarlas al Río Nevá"
Pero las fuerzas nazis continuaban su avance y "los arquitectos ideaban la forma de salvar una gran cantidad de monumentos, algunos de oro, pensando en sumergirlos; hasta la noche en que el director del Hermitage soñó con el zar Pedro El Grande, quien le dijo que mientras (su estatua) estuviera en la ciudad el enemigo no entraría. Ese fue el primer milagro: la ciudad laica obedeció", cubriendo el monumento durante 900 días.
LA ESPERANZA
En tanto, el científico avecindado en Valparaíso "era chiquito y estaba tieso, ya no era capaz de empañar un espejito con la respiración, cuando apareció un hombre con cáscaras de papa, que la mamá cocinó y gracias a eso sobreviví".
La esperanza mantuvo en pie a la Rusia cuyos músicos apagaban las bombas caídas en el techo del conservatorio, donde Dmitri Shostakóvich escribió la Sinfonía n°7 de Leningrado, pieza que relata la entrada de los nazis y la ocupación de la ciudad. A pesar de los ataques, el compositor estrenó ahí mismo la melodía "y la noticia recorrió el mundo: Si ese pueblo puede escuchar música muriendo de hambre, nada los puede derrotar", recordó emocionado Alexander Zamyatnin.