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El lingüista que busca romper el mito de que "los chilenos hablamos mal"

CULTURA. Darío Rojas publicó este año el libro "¿Por qué los chilenos hablamos como hablamos?", en el que asegura que esta premisa es solo una construcción discursiva de la élite intelectual.
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Una frase que solemos escuchar, dentro y fuera del territorio nacional, es que "los chilenos hablamos mal". El "comernos" las eses al final de las palabras, el voseo, hablar muy rápido, pobreza en nuestro vocabulario y exceso de modismos son algunas de las críticas más reiteradas. Sin embargo, no todos están de acuerdo con esta apreciación.

Uno de ellos es el licenciado y magíster en Lingüística Hispánica por la Universidad de Chile y doctor en Filología Hispánica de la Universidad de Valladolid, Darío Rojas. De visita ayer en la Universidad de Playa Ancha (UPLA) para hablar de su libro "¿Por qué los chilenos hablamos como hablamos?" (Uqbar, 2015), explica que esta "mala fama" pasa principalmente "por la construcción deliberada de una imagen negativa del dialecto chileno, porque iba en contra de los ideales que tenían sujetos como Andrés Bello".

Imposición discursiva

Según detalla, Bello "pensaba que la lengua española debía mantenerse unida en torno a la norma castellana, porque eso era garantía de la estabilidad política y la implementación de un proyecto como el de Bolívar. Que hubiese una lengua homogénea iba a facilitar la intercomunicación de todos estos independientes que iban surgiendo. En ese marco, todo lo que fuera particular, diferente, dialectal, él lo sentía como una amenaza a la unidad y como un posible germen de fragmentación de dialectos que podían llevar a una ininteligibilidad entre las naciones hispanoamericanas del futuro".

- En este sentido, ¿la famosa frase sería solo discursiva?

- Sobre todo es una elaboración discursiva. Quienes elaboraron estos discursos, que crearon la imagen de que en Chile hablamos mal, fueron muchos chilenos de la élite intelectual.

En Chile seguimos creyendo esto, porque "ese discurso fue difundido a través de las instituciones del Estado, de las escuelas, de la prensa de aquella época. Entonces nosotros lo hemos recibido ya transformado en una especie de sentido común que no cuestionamos ni criticamos", comenta Rojas.

Un modelo ideal

El problema principal con el que nos enfrentamos está entre el deber ser y lo que es realmente nuestro lenguaje, siendo el principal punto de conflicto quién fija lo que es correcto. "Normalmente las normas nos han venido definidas de fuera", asegura Darío Rojas, por lo que "hay una baja autoestima porque se ve que ese modelo ideal no calza con lo que realmente hacemos". "Creo que lo que hay que hacer para cambiar la autoestima es darse cuenta que esos discursos del deber ser no tienen tantos fundamentos como parecieran tener", comenta.

Pero hay más, pues como chilenos "tenemos que participar en la decisión de cuestiones lingüísticas. O sea, qué norma es la que consideramos legítima dentro del contexto nacional y cuáles son las implicancias políticas de determinar que tal forma de hablar es la correcta".

"Acá en Chile -continúa- la norma habitualmente se ha construido en torno al habla de las clases privilegiadas. Y creo que en el futuro convendría reexaminar eso, porque en el fondo se están reproduciendo, perpetuando diferencias de clase social a través de la utilización de ciertas formas de hablar como la norma legítima".

"Hay que valorarnos, y la evidencia histórica de cómo ha sido la historia de la lengua en Chile está ahí para refutar muchos de estos mitos", dice. "Si hemos hablado mal por 500 años, ¿por qué lo hemos seguido manteniendo? Si realmente habláramos mal, habríamos cambiado porque no nos habríamos podido comunicar", sentencia.

Precisamente con este libro busca "contribuir" a "remecer esos fundamentos", sobre todo para que "apreciemos nuestras distintas formas de hablar porque no dificultan nuestra comunicación, no empobrece nuestro lenguaje, sino por el contrario, lo enriquecen, y creo que tomar conciencia de esa diversidad es una buena manera de aprender a convivir en nuestra sociedad que es plural", finaliza.

"Si realmente habláramos mal, habríamos cambiado porque no nos habríamos podido comunicar"

Darío Rojas

Lingüista

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