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Ahí están ellos, a la espera de un quizás

El problema, si es que lo hay, no está entre nosotros, sino en la propia burocracia y el relativismo de un sistema político que aún funciona a punta de compadrazgos.
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Hacer Región, con mayúsculas, y en el sentido más amplio de la expresión, es algo que a ratos parece ser no tan prioritario en las agendas de muchos personajes del sector público y privado por estos lares. La reflexión apunta al exacerbado personalismo de algunos en detrimento de un bien común que debiese impactar a muchos y que, ya con cierta decepción, comenzamos a aceptar como una desoladora constante.

La crítica, si acaso es tal, no va dirigida ni al intendente, Gabriel Aldoney, ni a sus asesores directos, entre ellos el incombustible Paddy Ahumada -una suerte de Pedro Güell local-, quienes aún cuentan con la línea de crédito que les da su reciente arribo y su vasta y destacada trayectoria en la zona y en la historia local.

El problema, si es que lo hay, no está entre nosotros, sino en la propia burocracia y el relativismo de un sistema político que, aunque ya hizo agua en las encuestas ciudadanas, aún intenta zafar de su caída final a punta de compadrazgos, operaciones partidistas y aquella singular forma de hacer política "a la antigua".

La incapacidad de decir las cosas de frente tampoco es un defecto privativo de la clase en cuestión, por cuanto en el sector privado y civil también hay quienes han errado el camino, en la búsqueda de imponer a toda costa criterios propios por sobre los de otros, independientemente de que su validez sea menor, equivalente o mayor. Y así, la Región de Valparaíso, en tanto, comienza a postergarse una vez más, como en muchas otras ocasiones, y se entrega a una espera homérica por soluciones, estímulos y condiciones que, siendo realistas, no serán propiciados antes de la próxima década.

Al final del día, pareciera ser que los grandes responsables de la inacción y el servilismo que hoy opaca a tantos que sí creen en un Valparaíso justo, no son otros que ellos mismos. Precisamente ellos, quienes no han sabido reconocerse, identificarse y, lo más desolador, defenderse.

El Chile y la Región que queremos sigue allí, en algún sitio, a la espera de que alguien tome ese relevo tan necesario y no tengamos que volver a hablar -como ya se ha hecho insistentemente durante esta semana en variados círculos regionales- de años perdidos, administraciones yermas y esperanzas desperdiciadas. Ese Chile y esa Región que soñamos debe estar en alguna parte. ¿Dónde? Aún no lo sabemos. Quizás lejos del Congreso, la Plaza Cívica y las altas gerencias, y más cerca de la humildad propia de aquella generación que, sin exigir nada a cambio, forjó las bases de las ciudades y la sociedad que hoy desconocemos.

Aspiración boliviana versus percepción chilena

Si lo que busca el Presidente Morales es consolidarse en el ámbito interno y mantenerse en el poder, va por el camino correcto.
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La interpretación boliviana del fallo de la Corte Internacional de Justicia realizada por el Presidente Evo Morales y reproducida en los medios bolivianos, referida a que Chile tiene la obligación de negociar una salida soberana, genera falsas expectativas o "derechos expectaticios" en el pueblo boliviano.

En contrapartida, aumenta el nivel de desagrado en una población chilena que, junto con burlarse del Mandatario boliviano y del tema a través de las redes sociales, pareciera sentirse cada vez más incómoda y desconfiada de una Justicia Internacional que ha fallado las últimas veces en su contra.

Al igual que en Bolivia, éste es uno de los pocos temas que genera consenso y apoyos transversales en Chile, como quedó demostrado en la declaración de la Presidenta Michelle Bachelet con los representantes de todos los partidos políticos a su espalda.

Su discurso fue claro: "Les aseguro que mi Gobierno, y no tengan dudas que será el caso de los que siguen en el futuro, adoptará todas las medidas que correspondan para salvaguardar la integridad de nuestro territorio, de manera que bajo ninguna circunstancia, ésta se verá afectada". Es decir, independiente de lo que ocurra, no se cederá territorio.

Y es que una cosa es aceptar un fallo que determine la pérdida de un espacio inhabitable, alejado a miles de kilómetros y prácticamente desconocido para la mayoría de los chilenos, como sucedió con Laguna del Desierto o como podría ocurrir con Campos de Hielo Sur. Y otra, muy distinta, es dividir la frontera para que Bolivia tenga un corredor y con él transformar la vida de miles de personas que utilizan este espacio y que han desarrollado dinámicas propias, como ha sucedido entre los habitantes de Tacna y Arica.

Esto en el corto plazo es imposible. Basta con mirar las encuestas en Chile para que los bolivianos se den cuenta de que la promesa de su Presidente es inalcanzable, por lo menos, durante esta generación.

De acuerdo al último estudio de la Universidad Católica-GFK Adimark, un 86% de los chilenos descarta dar un acceso soberano al mar a Bolivia, siendo ésta una cifra que se ha mantenido estable en la última década.

Aunque sea políticamente incorrecto, los chilenos en su mayoría se sienten orgullosos de que su país haya ganado la Guerra del Pacífico. Por esto mismo, respeta, confía y aprecia a sus Fuerzas Armadas, a sus buques, tanques y F-16, no solo como un adorno, sino como una expresión de poder frente a los ejércitos de sus vecinos, a quienes, por el contrario, menosprecia. Basta con ver el desfile del 19 de septiembre de este año y a la mismísima Presidenta cantando los "Viejos Estandartes" junto a las tropas, como un reflejo de esta relación de admiración y respeto.

En definitiva, si lo que busca el Presidente Morales a través de la causa marítima es consolidarse en el ámbito interno y mantenerse en el poder, va por el camino correcto. Si, por el contrario, lo que de verdad desea es conseguir una salida soberana a través de Chile, deberá moderar su discurso y buscar la fórmula para conseguir que los chilenos comiencen a empatizar con su demanda.

Gonzalo Serrano del Pozo

Facultad de Artes Liberales, U. Adolfo Ibáñez

Herencias de un pasado reciente

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La civilización contemporánea ha recibido influencias del nazismo. Algunos ejemplos son el uso de la propaganda para manipular las masas. La política democrática, lo mismo que el comercio de bienes y servicios de hoy se fundan en esta manipulación destinada a convencer en orden a votar a tal o cual partido o candidato y a adquirir tal o cual producto. Otro ejemplo es el uso de abreviaturas, como "GESTAPO" ("Geheime Staatspolizei" = "Policía Secreta del Estado"); "SS" ("Schutzstaffel" = "Escuadrón de Protección" personal de Hitler); "NSDAP" ("Nationalsozialistische Deutsche Arbeiter Partei" = "Partido nacional-socialista de los trabajadores alemanes").

Los alemanes más que nadie han heredado esta práctica nazi como se ve en las páginas de "avisos económicos" de cualquier diario alemán, pues, para entenderlos, hay que dominar el glosario de siglas y abreviaturas en actual uso. Pero esa práctica se ha difundido mundialmente y desde luego en Chile, donde a diario leemos OEA, ONU, UNASUR, MERCOSUR y otra infinidad de siglas que no siempre se sabe qué significan. Lo más ridículo es que a veces el autor del escrito que sea escribe el nombre completo pero no se priva de añadir entre paréntesis la sigla pertinente.

A esta lista rápida se podría añadir las autopistas, la estadística (importante para las políticas raciales), los campos de concentración y las reuniones masivas de partidarios políticos, pero terminaré con la manipulación del cuerpo humano en función étnica, para producir al ser de raza pura y superior, y eugenésica, para deshacerse de los ejemplares deformes, discapacitados, incompletos. La medicina moderna mucho debe a las prácticas de médicos nazis.

En el Chile actual asistimos a una aplicación genuina de estas prácticas, como es el proyecto que conoce el Congreso sobre aborto en tres casos: riesgo de la actual gestación para la salud de la madre, alteración estructural congénita o genética de la creatura incompatible con la vida extrauterina y que la creatura sea resultado de una violación.

Ahora bien, los especialistas serios y con experiencia saben que el primer caso es muy teórico y que si, como efecto de la sanación de la madre, la creatura muere, no hay delito por varias razones; el segundo caso es a lo que me refería con tratarse de un resabio nazi, porque el fin es eliminar personas indeseables. El tercero consiste en asesinar a una creatura inocente por una acción de terceros; sin descartar que haya algo de clasismo en el caso, porque los violadores casi siempre son de bajo pueblo. Y sin hacer caudal del hecho de haberse dejado a un lado el argumento principal que se dio al discutirse años atrás la igualación de los hijos ilegítimos a los legítimos, porque entonces se dijo que los hijos no tienen por qué cargar con las consecuencias de los actos de sus padres, y ahora se asume la actitud exactamente opuesta.

Tampoco hago caudal de que el proyecto infringe la Constitución política que expresamente protege la vida del que está por nacer, y fomenta todo lo contrario.

Alejandro Guzmán

Catedrático de universidad, abogado