Mil tambores, mil escobas. Quizás pocas para limpiar las basuras de todo tipo que son expresión del lado negativo del ya tradicional Carnaval Mil Tambores que se realiza en Valparaíso.
Para muchos, momentos de alegría, de expansión y de manifestaciones culturales creativas, coloridas y ciudadanas que congregan a miles de personas. Para otros, una pesadilla, un insulto a la ciudad, a sus habitantes, a su seguridad y a su condición patrimonial.
Miles de personas llegaron al Puerto con el fin de participar en la jornada del pasado fin de semana. Hubo improvisación en el alojamiento y el aseo personal, utilizando incluso el borde costero, lo cual dejó un negativo saldo de contaminación en tierra y también en las aguas, tema sobre el cual se discute en estos días al más alto nivel en nuestra ciudad.
Paralelamente al espectáculo callejero, el consumo de alcohol y drogas hicieron lo suyo. Sin embargo, el tema de fondo reside en la tan proclamada calidad de la educación. Utilizar las calles, los espacios públicos, para botar basuras o realizar necesidades biológicas es, por cierto, una expresión más de la mala calidad de nuestra educación. Y en todos los niveles.
La pregunta es si en esta sacralizada y trabajosamente financiada reforma, la calidad se refiere solo a conocimientos o si, además, se ocupará también por aquello que es fundamental y debe ser base en la formación: los hábitos.
En este caso concreto, faltaron aquí hábitos de respeto a Valparaíso y a sus habitantes que con razón se quejan de basuras y hedores que contaminan y dañan el entorno y la imagen misma de la ciudad.
Por otro lado, en lo puntual, desde ya es necesaria la autocrítica a partir de la reciente experiencia. Y esto corresponde tanto a la autoridad que da el pase a esta manifestación, como a los convocantes del masivo encuentro que claramente no son responsables de los desórdenes, pero que sí deben participar en una solución a este problema ciudad.
Los organizadores de manifestaciones que utilizan el espacio público, rutinariamente, eluden responsabilidades y en muchos casos acusan a los "infiltrados". Sin embargo, cabría esperar de los organizadores un poco de humildad y buscar fallas en su propia estructura y políticas convocatorias, insistiendo en responsabilidades colectivas e individuales.
Finalmente, como cuestión general, tarea de todos, hay que trabajar por el respeto a la ciudad para evitar que Valparaíso saque patente de capital del descontrol por sus basuras, rayados y una siempre presente amenaza delictual.