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Gendarmes cuentan su historia en la línea de fuego

VALPARAÍSO. Escasez de personal y extenuantes turnos son algunos de problemas que debe enfrentar en el penal porteño. Sin embargo, las cifras convierten a este centro penitenciario en uno de los mejores del país.
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Paolo Navia S.

El reloj marca las 7 de la mañana en punto y el ambiente diario en el Complejo Penitenciario de Valparaíso es de suma concentración y tensión. Los gendarmes, provistos de un impecable uniforme verde olivo y un chaleco antibalas, hacen fila en un angosto pasillo para retirar su arma de servicio, un revólver Taurus calibre 38, que resguardará sus vidas por el resto de la jornada.

"Quiero que se cuiden y que tengan una máxima concentración y atención en cada detalle, que los internos sepan quién tiene el control, ese es un punto a favor para nosotros", es la orden del jefe operativo de la Unidad de Servicios Especiales (USEP) de Valparaíso, suboficial Sergio Burgos, entrega enfáticamente a su personal, que tendrá la importante y peligrosa tarea de trasladar y custodiar en carros institucionales a todos los reos que deben presentarse en distintos tribunales de la región para controles de detención y audiencias programadas, abarcando desde Valparaíso hasta San Felipe.

Una cruda realidad

"Actualmente nosotros estamos corriendo riesgo a raíz de la falta de personal, nosotros en promedio transportamos 30 internos por día, y ellos son supervisados solamente por 10 funcionarios, a veces menos. Entonces, si analizamos la situación a grandes rasgos, hoy en día los gendarmes estamos corriendo un gran riesgo", reflexiona el cabo Alexis Sáez, quien es el segundo al mando en el dispositivo diario que traslada reos a los tribunales porteños.

Cruda realidad que el jefe de la Unidad de Servicios Especiales de Valparaíso, teniente primero Marcelo Aguirre, conoce a la perfección. Y es que, según explicó, los horarios de trabajo de un gendarme son sumamente extensos, alcanzando en algunas oportunidades las 16 horas diarias.

"Al gendarme que llega a trabajar acá le tiene que gustar, porque se empieza muy temprano en la mañana y en algunos días se sale cerca de las 11 de la noche, es por eso que el trabajo en equipo es fundamental, ya que nosotros no sabemos con qué nos vamos a encontrar en el exterior durante nuestra jornada y debemos estar preparados para cualquier tipo de crisis", expuso.

Viviendo bajo presión

Con los internos ya despachados hacia los distintos juzgados regionales, la atención del personal de Gendarmería al interior de la cárcel porteña se centra en el cambio de turno de la guardia armada, el cual en el caso de las casetas de vigilancia se desarrolla cada cuatro horas.

Precisamente en este punto, uno de los más importantes a nivel de seguridad, es donde se presenta el mayor problema relacionado con la escasez de personal, dificultad laboral que tiene una directa relación con la imagen de excelencia que actualmente ostenta el complejo penitenciario porteño.

Y es que según indican las cifras, la cárcel de Valparaíso es el más grande de la región, albergando a la mayor cantidad de población en el sistema cerrado, contando hasta la fecha con más de 2.700 internos. Además, durante el año 2015 no se han registrado fugas al interior del penal, reduciendo la cantidad de fallecidos a solo cuatro, antecedentes más que positivos que contrastan con la cantidad de recursos que actualmente se entregan a la institución.

"Mi labor en la caseta de seguridad es fundamental, pues tengo que poner atención ante cualquier movimiento sospechoso al interior del penal, además de vigilar que las visitas no intenten ingresar drogas o celulares a través de balones que lanzan por sobre el muro perimetral", expuso el gendarme Jorge Sánchez, de 22 años, quien debe trabajar bajo un régimen de cuatro por cuatro.

"Nosotros trabajamos cuatro horas y descansamos cuatro, y así durante semanas. En mi caso, llevo treinta días corridos trabajando así, porque estamos con escasez de personal. Es mucha presión y responsabilidad, pero esta profesión da una gran tranquilidad laboral, además que la vocación hace que todo el cansancio se olvide. Para mí lo más importante es poder realizar mi trabajo de la mejor manera", agregó Sánchez.

Opinión que comparte el sargento segundo Marcelo Riquelme, quien día a día debe convivir con los reclusos del módulo 114, donde cumple la labor de jefe operativo.

"Nosotros tenemos que impedir que los internos se agredan o que incluso se maten en este módulo. En el mejor de los casos somos cuatro los funcionarios a cargo y muchas veces un solo funcionario debe enfrentarse a toda la población penal del módulo", detalló el efectivo.

Complicada labor que se extiende al módulo 6, donde se ubica el sector femenino del complejo. Allí, la cabo Shirley Espinoza es quien tiene el control. Y si bien allí también se viven dificultades, el trato diario es un poco más dócil.

"Acá el trato con las internas es a través de diálogos respetuosos. Obviamente que ocurren procedimientos, pero ahí se utiliza un poco más la voz de mando. En general, uno le pide a las internas que cumplan los oficios, que sean responsables y que acaten las normas propias del complejo", puntualizó la funcionaria de Gendarmería.