Daniel Marceli (32) es claro y franco: "Soy grafitero", afirma sin tapujos, evitando de esta forma denominaciones más "artísticas", como muralista, que a su juicio no se ajustan a lo que realiza desde su adolescencia. Y en esta misma línea, tampoco utiliza un seudónimo rebuscado para darse a conocer, optando por algo simple y concreto: "Me llaman 'Chilote' porque soy de Chiloé".

Desde el 2000 que reside en Valparaíso, año en el cual ingresó a la UPLA a estudiar Diseño, para luego pasar a la Escuela Municipal de Bellas Artes de Viña del Mar.

La pintura y los grafitis son su vida y en esa búsqueda permanente de espacios para desarrollar su arte se fijó en la fachada que da a la calle Almirante Martínez del "Bartiz Restobar", entre Esmeralda y Blanco, donde se encuentra plasmando su obra "Rogativa marina", ceremonia huilliche que a su vez se transforma, según explica, en un saludo a los pescadores artesanales locales.

La iniciativa, que Marceli costea por completo, no tardó en ganar adeptos, sumándose un grafitero quillotano, "Chure", y otro brasileño, "Keisy", quienes en conjunto están recuperando con arte una deteriorada fachada porteña, todo con el permiso de los propietarios, aseguran.