Dos regalos para la ciudad
@talocowley
@gerardoureta
@metrpoliticacl
No es que la idea de la ciudad esté de moda o que existan unos cuantos que se ocupen con cierta vocación obsesiva por ella, ya sea por su oficio o profesión, o bien por su predisposición hacia los temas que le competen.
Es tan simple, como que crecientemente la población mundial vive en ciudades o conglomerados urbanos mayores que reúnen a las comunidades que buscan servicios, proximidad con los centros de empleo y educación, aspiran a buena conectividad y a un estándar de mayor calidad en el acceso a los bienes públicos. Según el Banco Mundial y la Organización de Naciones Unidas (ONU), para el año 2030 dos tercios de los casi 7.500 millones de habitantes a esa fecha, tendrá residencia en áreas urbanas.
En Chile, el fenómeno de la migración campo - ciudad se vivió hace décadas y hoy casi el 90% de la población vive en zonas urbanas, ya sea por la tendencia a la centralización en todos los niveles, como por la extensión de dichas zonas, lo cual ha generado límites difusos entre la ciudad y lo rural.
En el caso de la Región de Valparaíso, la altísima concentración urbana es coincidente con el fenómeno nacional y genera las atracciones del caso, tanto en el Gran Valparaíso, como en las capitales provinciales, primer y segundo anillo de concentración poblacional en la región.
Entonces, para decirlo en fácil, si la concentración de población urbana alcanza los niveles descritos, es obvio y evidente que "lo urbano" debería estar en la agenda de las decisiones políticas en uno de los primeros lugares y al mismo tiempo, ser fuente de grandes discusiones sobre el presente y destino de la vida que se desarrolla en ellas.
Sin embargo, algo pasa que no se logra y tanto la acción sectorialista del Estado, la fragmentación del debate político y la carencia de gestión global desde las administraciones locales, impiden construir programas de largo aliento donde veamos con cierta nitidez su futuro.
Es por ello que, aprovechando estos días donde la sociedad se reúne para intercambiar obsequios y parabienes y el espíritu se enaltece, proponemos dos regalos para la ciudad, que la pongan al centro y le den la notoriedad sobresaliente que merece y que normalmente le resulta esquiva.
En primer lugar, que los distintos sectores y actores que actúan sobre el territorio, sean capaces de poner su entusiasmo y capacidades en favor de programas comunes y de acuerdos fundamentales, en claves de mediano y largo plazo. Si existe acuerdo, por ejemplo, en que no es tolerable que exista ciudadanía de primera y segunda clase, cerrar un gran plan que termine con los campamentos es una exigencia ética para la sociedad en su conjunto, donde la política electoral que disputa simpatías no debiese entrar y donde todos/as los/as incumbentes deberían actuar de manera coherente con ello y abordar en conjunto la contribución a una solución definitiva por un asunto, digamos, de elemental dignidad.
El gran regalo del acuerdo amplio, de las agendas comunes, de los plazos largos y el trabajo bien hecho, es algo que la comunidad agradece, porque hay destino, hay trazo, hay plan y se disminuyen las incertidumbres. La disputa política, luego, está en los énfasis, en los estilos y en los modos de llevarlo a cabo. Una buena disputa política juega la visión y los ciudadanos agradecemos con la confianza las buenas explicaciones y los caminos dibujados, más que la saturación de carteles.
Por ello que el fantasma del consenso visto como transacción, tan de moda en los juicios apresurados que nos ofrece la tecnología, es un absurdo que no resiste análisis. Tanto más se conversa y tanto más se acerquen posiciones, mejor será la calidad de las decisiones y mayor será la confianza social en quienes deban decidir. Aquello no le resta mérito a nadie, ni disminuye la dignidad de los oponentes.
Un segundo regalo tiene que ver con la agenda concreta. A la vocación por el camino largo, hay que agregarle agenda específica. Una cartera de proyectos que descanse en una visión común y que sea el resultado de una gran conversación, supone romper con las lógicas actuales de administrar numerosas cajas chicas que finalmente no logran producir cambios sustantivos. Tanto los presupuestos sectoriales, el regional y los locales, suman una realidad cuantiosa y millonaria que se distribuye en reinversión, operación y obras nuevas.
Identificar aquello con equipos técnicos transversales para levantar realidades objetivas presupuestarias y hacerse cargo de los desafíos más profundos de cada realidad territorial que nos compone, es un regalo que la generosidad y visión política de quienes ejercen liderazgo puede ofrecerle a la región para hacer despuntar sus unidades territoriales. Hay déficits evidentes que superar en movilidad y conectividad, en calidad de equipamiento urbano en cerros y centros periféricos, en la generación y restauración de bienes públicos, como es el caso del Almendral y el barrio Puerto en Valparaíso o en la generación de parques, plazas, acceso a áreas verdes en zonas deprimidas o inversión en corredores ambientales como son el caso de los esteros de Viña del Mar y Reñaca, sólo por nombrar algunos.
La ciudad es un escenario vital, un cuerpo vivo donde las personas nos movemos, hacemos nuestra vida y la de nuestras familias. Cuando la calidad de la política se hace cargo de aquello, se está haciendo cargo de las realidades concretas de las comunidades y nosotros decimos, identifiquemos los déficits, ordenemos los múltiples presupuestos, prioricemos de acuerdo a criterios realistas y a una planificación urbana, económica y social que indique cSual será el modo de asegurar dignidad, belleza, inclusión y funcionalidad y preguntemos a la sociedad para que decida.
La confianza social y política requiere de testimonios en los tiempos que corren y la ciudad es un gran lugar para hacerlos presente.
¡Feliz Navidad!
Raul Goycoolea Dinnigan
Gonzalo Cowley
Gerardo Ureta
Integrantes Corporación Metropolítica