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Inmerso en la exigencia implacable de escribir contra viento y marea, corregir, deshacer y recomenzar, el poeta limachino Diego Alfaro Palma (32), ganador del Premio Municipal de Santiago 2015 por "Tordo", también editor, traductor y profesor, trabaja por añadidura en la mítica librería "Norte" de Buenos Aires, donde vive desde hace tres años.
En esa Capilla Sixtina literaria del barrio Recoleta, de donde alguna vez fueron parroquianos Borges y Cortázar, se diría que el estoico librero Alfaro se siente pleno pero arrinconado entre dos fuegos, la lectura y la escritura, que en su caso se nutre especialmente de libros, atlas, recuerdos, imágenes, pequeños objetos, enciclopedias sobre animales que fue recaudando en las largas travesías en que su padre -capitán de barco- lo llevó a conocer otras tierras cuando niño.
Alfaro compartió honores en el Premio Municipal de Santiago con el novelista porteño Cristóbal Gaete, que triunfó en novela, y con Marcelo Mellado que se impuso en cuento, los tres nativos o avecindados en esta zona. La hora de una talentosa "regeneración".
Limache
- ¿Cómo se ven Limache y la avenida Urmeneta desde Buenos Aires?
- Limache es mi origen, un paisaje que llevo dentro con sus casonas, cerros y plantaciones de tomates. No puedo dejar esas imágenes, tampoco dejar de transformarlas, incluso sacar sus monstruos a la luz. El valle tiene toda una mitología, es una novela abierta, es mi familia, mis amigos y las caminatas interminables a través de la avenida Urmeneta. Ahí es donde aprendí a escribir y sobre todo a observar.
- ¿Y Valparaíso?
-En primer lugar Valparaíso es una serie de escaleras y ascensores que te muestran que un día vas a estar arriba y otras abajo. Barcos que se van y no vuelven. Catástrofes y carnavales. Valparaíso es, por lo tanto, un ejemplo de humanidad. Es, a la vez, un puerto de escritores muy exigentes. Y con esa gente uno tiene que dialogar, con maestros como Ennio Moltedo, Rubén Jacob o Juan Luis Martínez -que ya se han ido, pero quedan sus libros- y con todos los que están haciendo el trabajo de la literatura. Valpo es una voz, jamás una postal.
- Si no se fue escapando de sí mismo ni de Chile, ¿por qué se radicó tan cerca?
-Radicar es una palabra muy terminante. Siento que Buenos Aires es una estación de paso, una capital de los libros y de los contrastes, que en su recibimiento me ha motivado. Trabajo ahí en una de las librerías más antiguas de la ciudad, donde llegan desde artistas importantes a un conserje curioso. Yo me muevo con mi poesía y este es mi punto de irradiación.
Poeta d
- Usted, que escudriña tanto libro, mapa, crónica, grabado, diario, música, historia, leyenda, ¿es un poeta cachurero?
-En parte sí. Hoy un poeta tiene que ser un DJ, alguien que mezcla todos los elementos de la cultura, sea literatura, como el pop, los conflictos sociales, una serie de sonidos y ritmos que están modificando nuestras maneras de entender el mundo: la conservación de las especies, los avistamientos de la astrofísica, los mapas migratorios de las aves. Uno tiene que saber de todo y, si no, inventarlo.
- ¿Cree realmente, como dice en "Tordo", que "nadie puede escribir algo decente si no ha pasado hambre/ frío /calle?
-Uno cuando escribe baja ciertas tablas de la ley para uno mismo. Después de haber vivido al descampado esa fue una máxima para mí, para no olvidar lo que he tenido que pasar, valorar, en otras palabras, esta perseverancia que ha sido escribir contra viento y marea, todos los días: escribir, corregir, componer, deshacer, volver a hacer, releer y volver a empezar. Pero nadie está obligado a seguirlo.
Síntoma y origen
- Porque si es así le debe doler a gritos "ver una generación apostando sus mejores años por el poder y la avaricia".
-La verdad que no, que no me duele. Quizás a ratos me sigue sorprendiendo, pero nada más. Mi libro, "Tordo", es un testimonio de mi generación, de los cambios radicales que ha vivido hacia la conformación de una sociedad de consumo. Pero, el premio que recibí, es también un síntoma, porque pone en un sitio interesante a otra juventud, la que está haciendo cosas en letras, en edición, en música, en arte e incluso en la contingencia política o en el accionar ciudadano: una regeneración, una patada al hígado.
- Conmueve que le sugiera a un salmón "que en el trayecto que va de la farmacia al restorán chino, no temas olvidar/ quién fuiste aquella vez/ en un río del sur".
- Eso es un mandamiento que me dirijo y que puede recoger quienquiera. Tomé la figura del salmón y su esfuerzo por continuar su especie para plasmar esos esfuerzos y esas inquietudes que te llevan a escribir. Algo así como: no olvides tu origen, la sinceridad con la que uno termina exponiéndose.
Objetos y memoria
- ¿Cuáles son las "máquinas inútiles" que caracterizan esta época?
-Todas aquellas que nos han ido quedando en desuso. Las guerras han producido una cantidad de esqueletos, como nuestras ciudades. Hoy nos vemos invadidos de plástico y formas inservibles sin poder concretar su reciclaje. El arte tiene que estar ahí, mostrando esos campos santos de la tecnología, volver a poner en entredicho nuestra relación con los objetos y la memoria.
- "Un poema es una cosa que nunca ha sido, que nunca podrá ser" dice VH en Altazor. ¿Será?
- Un poema es. Siempre está siendo. Como decía el poeta Enrique Lihn: "una muchacha cayó en otro mundo a mis pies". Uno nunca sabe dónde va a llegar a parar con su oficio, en qué casas, frente a qué amigos invisibles. El poema siempre busca, es ese apretón de manos del que hablaba el poeta Paul Celan.
- Y usted, ¿por qué escribe?
-Para conocerme. Uno cuando escribe parte con sus carabelas o su equipo de exploración y armas toda una Arca con los nombres, frases, experiencias que viste o escuchaste. Y en eso también vas entendiendo a los demás. Y ahí aparece eso que tenemos en común, esa cuerda.