BARBAGELATA

Aunque las comparaciones son siempre discutibles, es interesante repasar los resultados del último Reporte Global de Tecnologías de Información y Comunicaciones 2015 del Foro Económico Mundial, en el que Chile nuevamente aparece como el país latinoamericano que mejor aprovecha el impacto de las Tecnologías de Información y Comunicaciones (TIC) en el proceso de su desarrollo y competitividad, ocupando el puesto 38° a nivel mundial, entre 143 países, con una nota 4.6 en escala de 1 a 7. El ranking 2015 lo lideran: Singapur (nota 6.0), Finlandia, Suecia, Holanda, Noruega, Suiza, EE.UU., Reino Unido, Luxemburgo y Japón (nota 5.6).

La hipótesis que subyace en este reporte es que los países que mejor aprovechan las TIC tienen mejores condiciones para aumentar su desarrollo, su competitividad y el bienestar de su población. El problema es que el reporte muestra que la brecha digital entre naciones está aumentando entre los países desarrollados y los menos desarrollados, lo cual debe ser motivo de preocupación, dado el ritmo vertiginoso e implacable del desarrollo tecnológico.

El reporte contribuye al entendimiento de los factores claves, políticas e instituciones que hacen posible que un país aproveche -de buena manera- las TIC para mejorar su desarrollo. El reporte evalúa 53 indicadores, que se agrupan en cuatro grandes subíndices: (1) Contexto político y regulatorio de las TIC y entorno de negocios e innovación, (2) Preparación de Infraestructura, accesibilidad y educación, (3) Uso de las TIC por personas, empresas y el estado, y (4) Impacto económico y social por el uso de las TIC.

Buena y mala noticia

La buena noticia es que, desde hace más de 10 años, Chile lidera este ranking en América Latina, siendo el país que mejor ha utilizado las TIC como palanca de desarrollo económico y social. El puesto 38° en el ranking 2015 nos indica que Chile ha hecho bien las cosas, razón por la cual ha sido un ejemplo a imitar para nuestros vecinos. En el ranking le siguen Uruguay (46°), Costa Rica (49º), Panamá (51°), Colombia (64°), México (69°). Extraña -por otro lado- la baja posición que ocupa Brasil (84º), seguido por Perú (90) y Argentina (91°).

Sin embargo, la mala noticia es que Chile se ha ido quedando estancado en los últimos 10 años, mientras otros países vecinos han avanzado en este ranking. En 1995 estábamos en un expectante lugar 29°, bajamos al puesto 40° en 2010, puesto 39° en 2012, y 38° en 2015. Por otra parte, los países vecinos que han mejorado alrededor de 10 lugares en el ranking, en los últimos cinco años, han sido Costa Rica, Panamá, El Salvador, Perú y Bolivia.

Debilidades por mejorar

El ranking 2015 indica que Chile está razonablemente bien posicionado en los subíndices: contexto político y regulatorio de las TIC (puesto 27°), uso de las TIC por personas, empresas y Estado (puesto 37°), y beneficio económico y social con las TIC (puesto 35°).

Nuestra mayor debilidad está en la preparación necesaria para sacar provecho de las TIC (puesto 74°). Para mejorar esta dimensión, Chile debe focalizar sus esfuerzos en: reducir las tarifas por uso de Internet (para aumentar la cantidad de usuarios), aumentar la cobertura geográfica y la velocidad de navegación digital, y mejorar la calidad de la enseñanza en ciencias, matemáticas y tecnologías (para sacar provecho efectivo de las potencialidades de las TIC).

Cabe señalar que el 66,5% de los chilenos utiliza Internet, mientras que en los 10 primeros países del ranking, se supera el 90%.

Eugenio Tironi, doctor en Sociología, académico, columnista, autor de libros y presidente ejecutivo de la consultora Tironi Asociados, aborda la educación en Chile, preguntándose "qué podríamos aprender de las peripecias de la reforma educacional". Basándose en algunas de sus conferencias y columnas periodísticas, se tratan los siguientes grandes temas: reflexión sobre si la educación está realmente en crisis; contexto de la movilización social de 2011 y su significado; cómo y por qué aumentan las expectativas y qué peligros conllevan; las dificultades de usar la educación para acabar con la desigualdad; análisis de las reformas; lecciones para enmendar rumbos.

MARIO VALCARCE DURÁN

Académico, Escuela de Ingeniería Comercial PUCV

Desde hace un tiempo a la fecha han venido ocurriendo una serie de eventos que han ocupado parte importante del espacio periodístico, como asimismo de las conversaciones ciudadanas nacionales.

En lo que al mundo empresarial se refiere, suenan fuertemente las investigaciones en desarrollo por colusión que han afectado a diversas empresas de variadas actividades económicas. Pero también ocupan espacio las transversales investigaciones que afectan a diversos actores de la política nacional, ya sea por temas tributarios, financiamiento inadecuado de sus actividades y también de eventuales cohechos.

En una columna de pequeña extensión como esta no pretendo profundizar en tales temas en sí mismos, sino que poner en perspectiva una palabra que sale continuamente en el debate de los mismos: ética.

No soy filósofo ni especialista en la materia, pero como ocupo una posición en la academia y de una disciplina en que el tema es recurrente, quisiera dar una opinión.

No es fácil en el mundo de los negocios trazar una raya clara e indeleble para separar el bien del mal. Más aún cuando los ámbitos son variados: comerciales, financieros, tributarios, de personal, de información pública, etc. Hablar de lo legal y lo legítimo es un recurso muy utilizado cuando se tratan estos temas en la sala de clases.

Pero quisiera dar un recurso más, para bien decidir en esta materia. Un profesor sacerdote jesuita, me contaba que uno de sus ex alumnos decía que la línea que separa el bien del mal pasa por el medio del corazón de los hombres y mujeres.

A mis alumnos, más allá de consideraciones técnicas, ante la duda, consulten su corazón.