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Los subsidios son una cierta cantidad de dinero que, mayoritariamente, los entregan los gobiernos, aunque también los pueden entregar las propias organizaciones, públicas o privadas, como parte de sus estrategias de comercialización.
Los principales objetivos que buscan los subsidios son básicamente dos: a) que los usuarios paguen un valor menor que el precio de equilibrio normal de mercado; b) que las organizaciones generen y ofrezcan una mayor cantidad de los bienes o servicios subsidiados, que lo realizado en condiciones normales. Un tercer objetivo, menos explícito que los anteriores, es que las organizaciones reciban un precio mayor que el de equilibrio normal, siendo esto último precisamente lo que incentiva a las organizaciones para ofrecer mayores cantidades.
Estos objetivos se pueden lograr subsidiando la oferta, o bien, subsidiando la demanda, en ambos casos una intervención o distorsión de los mercados que genera señales erróneas y, en el corto plazo, una ineficiente asignación de recursos escasos. Esto queda más claro si se observan los gráficos adjuntos, tras leer la siguiente sección.
El caso de la educación superior
En la actualidad se discute la gratuidad para una parte de la educación superior, con lo cual se busca que los estudiantes y sus familias paguen menos y, en el largo plazo, que no paguen nada de lo que cuesta la formación profesional. Esto se lograría con subsidios estatales, o de las propias universidades.
Como ya se dijo, los objetivos se podrían lograr subsidiando la oferta, es decir entregando los recursos a las universidades, o subsidiando la demanda, entregando los recursos a las familias.
Antes de la reforma, el subsidio era principalmente a la demanda, porque se entregaban los recursos a las familias de los estudiantes, para que éstas decidieran a qué universidad se transferirían. Las becas, y los créditos subsidiados, con aval del Estado, se entregaban a los estudiantes, según sus méritos académicos y sus necesidades económicas. En este caso, los estudiantes se sienten empoderados para decidir, y exigir, en donde estudiar. Las universidades deben competir para captar a los mejores estudiantes, elevando la calidad de la formación ofrecida e incluso utilizando publicidad.
Por el contrario, la gratuidad apunta principalmente a subsidiar la oferta, es decir, entregar los recursos a las universidades, no a los estudiantes. Es más, con la gratuidad universal, ya no importarían los méritos académicos, ni las condiciones económicas de los estudiantes. Esto es un cambio radical, de fondo, motivado por razones ideológicas de origen político: los sectores más de derecha prefieren subsidiar a las familias, y los de izquierda prefieren subsidiar a las universidades.
Cuando se subsidia la demanda, es decir a los estudiantes y sus familias, el Gobierno no puede controlar a las universidades por esta vía, pero cuando el Gobierno subsidia la oferta, podría tener poder para controlar más fácilmente a las universidades. El que pone los recursos elige la música.
Cuando las universidades tienen asegurado su financiamiento, con el subsidio estatal directo, no están muy motivadas para mejorar la calidad de la educación, más aún si el Gobierno no lo exige. Esto le gusta a las universidades menos eficientes, pero le incomoda a las universidades más eficientes y de mayor excelencia, porque se pierden crecientes grados de autonomía universitaria para lograr mejoras en la calidad.
Pp = Valor subsidiado relevante a recibir por las universidades.
Pe = Valor de equilibrio, sin subsidio.
Pu = Valor subsidiado relevante a pagar por los usuarios.
qe = Cantidad de equilibrio sin subsidio.
qs = Cantidad subsidiada a contratar.
O = Oferta sin subsidio.
Os = Oferta subsidiada.
D = Demanda sin subsidio.
Ds = Demanda subsidiada.