El humor político no es una novedad. Los medios y el espectáculo en general desde antiguo lo han cultivado con distinto tonos, siempre enmarcado en la contingencia, en situaciones y en personajes concretos. Así, la rutina de Edo Caroe en la jornada inaugural del Festival de la Canción es la continuación de una tendencia que ya se había hecho presente en el escenario de la Quinta Vergara.
Explotó el humorista la contingencia nacional más negativa: corrupción, tráfico de influencias, colusión y generalizada desconfianza. Empatizó así con el público presente y con la baja apreciación que revelan las encuestas sobre las instituciones, los políticos y también los empresarios. Aludiendo a hechos puntuales y a personajes de alta relevancia nacional usó un humor corrosivo que ganó aplausos entre los presentes y estremeció las redes sociales, propicias para el comentario virulento, grosero y demoledor.
Se podría decir que avanzar por esa ruta era fácil para cualquier humorista, dada la actual situación de generalizada desconfianza y descalificación ya señalada. Sin embargo, si bien la ruta era esperable, el mérito del humorista estuvo en llevar su rutina con despiadada gracia. En ese sentido, lo hizo bien.
Puede ser opinable su libreto, su total desprecio por el respeto, pero gran parte de lo expresado -hay que reconocerlo- es lo mismo que se dice, con menos gracia, en privado, en familia, entre amigos o en el trabajo.
El tema de fondo no está en la rutina realizada ni en el tono, sino en quienes son protagonistas de los casos y se expresa, dramáticamente, en una encuesta del Consejo para la Transparencia que muestra que un 91% desconfía de los políticos; un 81% de los jueces; un 88% de los parlamentarios y también un 88% de las autoridades políticas.
Sobre esos números se cimientan las ácidas y exitosas rutinas de humor. Por otro lado, resultan lógicas las reacciones, algunas reflexivas y de justificación del sector aludido. Otras, esperables, como la de una dirigente comunista que, defendiendo a Camila Vallejo, colgó al humorista la calificación de "facho".
Desgraciadamente el origen del humor de Caroe tiene base en hechos y cifras que, generalizando, muchas veces caen en la injusticia y pagan justos por pecadores. Lo que pasa es que los pecados de las figuras públicas son como un incendio que deja damnificados a todos los vecinos del barrio.
Tiene razón la alcaldesa de Viña del Mar, Virginia Reginato, cuando aludiendo a la negra rutina festivalera afirma que "desgraciadamente hoy es un tema que está en cartelera, así que hay que ponerle el pecho a las balas". En suma, el éxito de un humorista irreverente es una nueva luz roja, no solo para algunos, sino que para todos los responsables de la vida nacional que deben trabajar para rescatar las confianzas.