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La región que nos merecemos

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Pese al descrédito en el cual se haya sumida la política y el servicio público (no sólo a nivel nacional, basta con mirar los estertores del legado K en la Argentina, el tenso choque jurídico que enfrenta el exPresidente Luiz Inácio Lula Da Silva en Brasil, o las afiebradas arremetidas del candidato republicano Donald Trump), cuesta entender que en la Región de Valparaíso aún se perpetúe cierta laya de operadores partidistas, asesores municipales, patrones de fundos y periodistas -también de empresas y servicios públicos- que aún se crean capaces de conseguir lo que quieren por medio de presiones, politiquería barata y, para qué vamos a andar con eufemismos, derechamente con presiones que no corresponden.

Quizás hace veinte años todo era muy distinto, qué duda cabe, pero los nuevos escenarios ya no dan pie para que alguien se atribuya derechos adquiridos sobre partidos, instituciones, personas, voluntades y, más que eso, realidades. Hoy, enfrentados a un nuevo proceso eleccionario -tema recurrente en las columnas dominicales y en la línea editorial de este medio-, abisma -con muy escasas excepciones- el bajo nivel de los partidos y los candidatos, con primarias internas que, en algunos casos, nunca fueron; otros levantados como cartas por su simple popularidad y a los cuales sus propios asesores les impiden dar entrevistas presenciales; debates necesarios que ni siquiera asoman con comenzar a darse por necedad o porque hay algo que ocultar y, finalmente, la más absoluta falta de planificación para las elecciones primarias legales del próximo 12 de junio.

La ciudadanía, los trabajadores, los gremios, el empresariado y los medios de comunicación ya no están para seguirles el juego a aprendices de Doug Stamper, que ni siquiera han sido capaces de ponerse al día con la serie (House of Cards, en Netflix, para más señas; la clave se la pueden conseguir con algún correligionario de confianza) y que pretenden que algunas cosas se publiquen y otras, no.

Pese a todo, en esta región y en este país aún existe cierta institucionalidad que permite separar la paja del trigo y ver quién hace la pega, quién no, y quiénes han ocupado el aparato público con otros fines. Si alguien quiere escarbar más, basta con remitirse a la Contraloría, Ministerio Público, Tribunales Ambientales, Consejo de Monumentos o los inéditos observatorios surgidos en la zona.

En este contexto, destaca con luces propias el último informe de gestión fiscal municipal realizado por la Fundación P!ensa, publicado en la edición de hoy, y en el cual puede verse con meridiana claridad cuáles son las alcaldías y los municipios que realizan una administración como la que los votantes esperan de ellos.

Esos otros tiempos, de arrabales, política de bares, micros en los cerros y machitas en el Portofino, ya no corren.