Es una mala noticia: el embalse de Peñuelas sólo mantiene un 5% de su capacidad de acumulación de agua. Con sus títulos de Reserva Nacional y Reserva Mundial de la Biosfera, el antiguo embalse artificial, construido entre fines del Siglo XIX y principios del XX para abastecer de agua potable a Valparaíso, muestra un panorama desolador, como lo grafican fotografías publicadas en nuestra edición de ayer.
Lo que afecta a Peñuelas no es puntual, sino que es la expresión muy concreta y alarmante de la grave crisis hídrica que afecta a nuestro país. Claro que no es únicamente un problema de Chile, sino que se todo el mundo, como se recordó en la celebración del Día Mundial del Agua. Pero, mal de muchos…
Por tanto, el tema debe ser abordado como un gran problema nacional, lo cual no quiere decir que sea una cuestión lejana, de otros, de las autoridades. Cada uno, en nuestro día a día, tenemos la responsabilidad de cautelar el uso del agua.
En el caso de Valparaíso y comunas aledañas a las costosas obras de Peñuelas, que se hicieron insuficientes, se añaden suministros de El Salto, Concón, embalse Los Aromos, comuna de Limache, y las captaciones de Las Vegas. Sin embargo, esas fuentes resultan insuficientes ante el aumento de la población y la extensión de las ciudades. Muchas redes, por otra parte, son antiguas y acusan fallas que se traducen en pérdidas de líquido, al igual que los miles y miles de litros que se extraen de las napas urbanas para levantar edificios y van a parar al mar en un inexplicable derroche que nadie controla.
Y hablamos sólo de agua potable, una cara del problema, pues la otra cara es la crisis hídrica que afecta a la agricultura, la minería y la industria.
El problema está planteado desde hace tiempo y ha sido abordado puntualmente con soluciones de alto costo, como Peñuelas, Las Vegas y Los Aromos, inversiones públicas sin duda indispensables. También se hacen esfuerzos para el riego rural, muchas veces en medio de largas polémicas que terminan ahogando en debates las soluciones.
Sin embargo, se echa de menos una política nacional para abordar el problema, que considere agua potable, embalses para la agricultura, reciclaje de los líquidos, avances en desalinización, nuevas tecnologías, investigación y, fundamental, educación.
El reciente recuerdo del Día Mundial del agua debe dar pie para que nuestros políticos y legisladores hagan un alto en sus entusiasmos refundacionales y piensen que ese chorro que todavía hoy brota generoso, un día terminará en escuálidas gotas sí no miramos el problema en toda su dramática dimensión y proyección.