Con esta columna finalizo una serie de diez, en la que he reflexionado sobre las ideas que ofrecen mayor esperanza para resolver los problemas que aquejan al mundo. Los últimos 35 años, el período que la izquierda radical considera una terrible época "neoliberal", han sido los de mayor progreso de la humanidad, no sólo en el aspecto económico, sino también en el político, social, científico, tecnológico e incluso -últimamente- ambiental. No obstante, la Gran Recesión iniciada en 2008, que aún se siente en partes del planeta, ha sacado a la luz sus debilidades, entre las que destaca el aumento de las desigualdades económicas en muchos sitios y su lenta reducción a partir de elevados niveles en otros como Chile. Eso ha hecho que la izquierda ortodoxa vuelva a sacar la voz, luego del nocaut en que la dejó el colapso del comunismo soviético y la radical reconversión del chino. ¿Es ella portadora de las soluciones más justas y convenientes a nuestros desafíos? Su concepción "agonística" de la democracia, abanderada por su ídola Chantal Mouffe, que alienta a movilizar las pasiones para atizar sentimientos de antagonismo, conduce a una política irracional y extremista, de la que Nicolás Maduro y Donald Trump son claros exponentes. Su referente utópico sigue siendo el de una sociedad completamente igualitaria en que no exista el mercado. Pero tal sería una sociedad injusta, que no premiaría absolutamente ningún talento o esfuerzo; conduciría, por lo mismo, al estancamiento de la creatividad y el progreso.
Allí donde ha podido desplegar su programa, ha destrozado la economía y erosionado la democracia, ya sea en la forma brutal de Chávez y Maduro o en la más benigna de los Kirchner. Y aun donde sólo ha conseguido avanzarlo muy parcialmente, como en Chile, la Nueva Mayoría ha impulsado reformas tributarias y laborales que han ahogado el crecimiento económico, al tiempo que ha omitido las medidas que más ayudarían a los más vulnerables, como un drástico incremento de la cobertura y calidad de la educación preescolar.
A mi juicio, nuestra mejor opción es una renovada propuesta liberal que, a su insistencia en las libertades de todo tipo y el crecimiento económico, añada una robusta y congruente batería de políticas para volver a la sociedad más meritocrática y reducir las desigualdades excesivas, lo que supone, por lo pronto, poner al alcance de todos, en un esfuerzo conjunto entre Estado y sociedad civil, buena educación, capacitación y salud.
Claudio Oliva Ekelund Profesor de Derecho, Universidad de Valparaíso