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De inseguridad y otros demonios

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Siendo justos, la inseguridad ciudadana y la percepción (o índice de criminalización, como dicen los expertos), no siempre van de la mano. Empero, la Región de Valparaíso se ha visto sumamente golpeada en los últimos meses por robos, asaltos y ataques furtivos, que han creado en la ciudadanía una sensación de desamparo e indefensión que, volviendo a ser justos, no se equipara a lo ocurrido en otros países de la región durante el último tiempo.

Sin embargo, para cualquiera que haya llevado alguno de estos casos a la justicia (el autor de estas líneas puede preciarse de ello), bien sabrá que lo más seguro es que su denuncia en Carabineros termine, pocas semanas más tarde, en una carta de desestimación del Ministerio Público, pese a que se hayan aportado antecedentes tan flagrantes como declaraciones de testigos, y el nombre, RUT y domicilio del acusado.

Recientes sucesos de diversa gravedad, partiendo por el asesinato a sangre fría del comerciante Manuel Álvarez Andaur en una botillería del sector Marina Mercante de Playa Ancha (cuna de tráfico de drogas y delincuencia, según los propios vecinos); repetidos asaltos al comercio del Plan porteño, con globos y crespones negros en los locales de calle Esmeralda, a modo de silenciosa queja por no sentirse escuchados; y el manifiesto aumento de portonazos y asaltos con violencia en Viña del Mar y el sector de Bosques de Montemar, en Concón, dan cuenta de un fenómeno enraizado en la nueva sociedad regional, en la cual -por los motivos más diversos- ya es pan de cada día el hacerse de los bienes del prójimo, incluso a costa de su propia vida.

Las estadísticas, como bien expresa la autoridad regional de seguridad ciudadana y también Carabineros, dicen lo contrario. De acuerdo con éstas, Playa Ancha y el sector de Marina Mercante no son más inseguras que antes, por ende, tampoco se hace indispensable el aumento de dotación policial en la zona.

Nadie está por desmerecer el trabajo que efectúan las instituciones en la región, menos el de Carabineros -uno de los servicios más intachables del país-, pero, a todas luces, algo no está funcionando como debiera.

En días en los cuales la Agenda Corta Antidelincuencia ocupa buena parte del tiempo de los congresistas de este país, quizás valdría la pena sincerar definitivamente las cifras y estadísticas, asumir que éstas sirven de guías, pero aplicarles algo del sentido común que parece haberse extraviado en la burocracia estatal y que por estos pagos puede verse expresada en la demora en el nombramiento de gobernadores (Valparaíso y Marga Marga), en función de la aprobación y los balances políticos de La Moneda.