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¿Participación ciudadana, dice usted?

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No son tiempos fáciles para ser político ni para intentar convencer a la ciudadanía de algo, sea esto un proyecto, una obra o cualquier cosa que redunde en la alteración de la normalidad de una pequeña comunidad, una junta de vecinos o una escuela básica, sólo por poner los primeros ejemplos que se nos vienen a la cabeza.

¿Cuándo fracasa el emprendedor? ¿En qué minuto el empresario, el artista, el filántropo, o quien sea, termina por darse por derrotado ante la incapacidad de traspasar fielmente la identidad última de sus proyecciones?

Al menos en la Región de Valparaíso, pareciera que ese minuto exacto de inflexión ocurre más temprano de lo habitual, impulsado por la manía persecutoria que tienen muchos de quienes -acaso, desconociendo la eterna rebeldía porteña- empiezan por creer que el alcalde, un grupo de vecinos, tres tuiteros inquietos, o el diario local son quienes conspiran para echar abajo los maravillosos proyectos propuestos.

Si partimos de la historia reciente, hablaremos de una ciudad que le mandó a decir al brasileño Oscar Niemeyer -acaso el arquitecto más reputado del siglo- que su maqueta de parque cultural para la exCárcel era una mugre o "el ícono de la estupidez de la Concertación", como lo describió un famoso arquitecto chileno, coincidentemente el mismo a cargo de las compensaciones de la ampliación portuaria y de los departamentos y derrumbes en Barón.

¿Dónde está ese punto de equilibrio? ¿Cómo se calibra la recepción que determinada idea tendrá en la comunidad?

Quizás uno de los que mejor ha entendido la nueva política sea el alguna vez seminarista y hoy presidente regional del Partido Socialista y alcalde de Quilpué, Mauricio Viñambres. Para nada temeroso de la refriega, Viñambres debe ser -para aquellos que no lo conocen o aquellos que sí lo conocen, pero subestiman- el gran actor sociopolítico regional del último tiempo.

Esta semana acaba de anunciar -junto con el ruidoso Colegio de Arquitectos- un evento que sintoniza con el complejo minuto que enfrentan distintos gremios, empresas estatales y privados en la región a la hora de echar a andar proyectos: los "Primeros Diálogos Ciudadanos, la Región que Queremos".

¿Estarían Enap y su nuevo giro de generación eléctrica, la Empresa Portuaria de Valparaíso con su expansión del espigón, o el municipio de Viña con sus modificaciones al Plan Regulador Comunal, en los aprietos que están si hubiese existido con anterioridad un proceso transparente de consulta ciudadana?

Incluso las dos arriesgadas convocatorias realizadas durante la presente semana en este diario (el llamado a un frente opositor con candidato común para Valparaíso, del senador Ricardo Lagos Weber; y un plebiscito para determinar las compensaciones de TCVAL para Valparaíso por el impacto que éste tendrá en la ciudad, diputado Aldo Cornejo dixit), tienen más que ver con el proceso de integración ciudadana que con el fin específico de aunar voluntades (y votos) en torno a una candidatura o a una obra pública puntual.