Game of Thrones de calle Melgarejo
La retórica de estos días gira en torno a un marcado y amplio pesimismo, que las clases dirigentes y gremiales -al menos, las de la Región- achacan directamente a un afán refundacional del Gobierno y sus reformas basales.
Ello, hermanado con los vaivenes internacionales (crecimiento pronosticado de 6,3% en China, precio promedio del cobre a US$ 2,182 , riesgo político en Europa et al), parecen haber hecho realidad la profecía autocumplida de que el país se verá sumamente golpeado por los bajos índices de crecimiento, los que incluso podrían bajar del 2 % en el presente año (1,7 %, para ser más precisos, según la última Encuesta Mensual de Expectativas Económicas del Banco Central), y que ya han causado estragos en la cartera de inversiones y proyectos públicos y privados para 2016.
A nivel regional, ni siquiera parece darse el juego de las dos almas que se ve en La Moneda, sino que se advierte un entrampamiento derivado de lo mucho que le ha costado al intendente Aldoney entender que la lógica de los noventa ha sido desterrada para dar paso a los cacicazgos parlamentarios y las parcelas partidarias y personales.
Que a esta altura aún no pueda ser zanjado el nombre del gobernador de Valparaíso (de hecho, Dip y Vega Toro son nombres más que competentes para un cargo que, para qué vamos a andar con cuentos, tampoco es la gran cosa), responde directamente al ajedrez político zonal, esa suerte de Game of Thrones de segunda división que ya dejó a la región sin proyectos para la avenida España, con una tremenda deuda moral (y también de las otras) en Quintero y Puchuncaví, con un proceso de reconstrucción a medio hacer y la insondable sensación de mucho tiempo desperdiciado.
Para más inri, la discusión sobre lo que debiera ser la región en veinte años más se enmarca más dentro de la estulticia y las ventajas ladinas, que en el debate abierto, transparente y bienintencionado de todas las partes.
El problema de Valparaíso, del Gran Valparaíso, de la Region de Valparaíso, ya no se trata de quién sea o no el principal inquilino de La Moneda, sino de la incompetencia que muchos pugnan por eternizar en la administración pública y en el Gobierno Regional.
En palabras sencillas, el intendente Gabriel Aldoney Vargas -un caballero de la política que no tenía ninguna necesidad de cargar muertos, menos a estas alturas del partido- se está quedando demasiado solo para sacar el asunto adelante, mientras otros parecen andar más preocupados de trabajar para sus padrinos, vender permisos de circulación para su comuna, asegurar la pega para los próximos dos años u operar en calle Melgarejo, al ladito del kiosco.