Entre el smartphone y la política
Recientemente la Consultora Oxford Economics publicó un informe sobre las principales ciudades del planeta y su importancia en la economía mundial. Se calcula que al año 2030 las principales ciudades del orbe concentraran el 61% del PIB Mundial.
Naciones Unidas, por su parte, en el contexto de la Conferencia Internacional del Hábitat, señala que sólo el 37% de las ciudades crece en forma planificada y que el espacio público decrece en favor de un crecimiento que a veces no cuenta ni siquiera con servicios.
Hoy resulta indiscutible el rol que tienen las concentraciones urbanas en la masificación de los beneficios socioeconómicos y la distribución de las oportunidades. Sin embargo, en las ciudades del mundo emergente, existen serias barreras para mejorar la calidad de vida de sus habitantes relacionados a los desafíos de infraestructura, vivienda, transporte, educación y descentralización.
Colocar al Gran Valparaíso, en el contexto de los desafíos globales de las ciudades emergentes, permite reflexionar sobre la brújula que debe tomar la planificación de nuestra área metropolitana para colaborar en los objetivos que la sociedad tiene. Como en todas las ciudades de Chile, los principales problemas de la planificación del Gran Valparaíso se relacionan con el déficit de infraestructura pública tan necesaria para internalizar los efectos del crecimiento económico de los últimos 25 años.
En la década pasada, el Estado agotó el stock de proyectos de inversión planificados en el Plan Intercomunal de Valparaíso de 1965. Proyectos tales como la Vía Las Palmas, La Vía Carlos Ibáñez del Campo, el Troncal Sur o el hundimiento de la línea férrea, fueron ideas que nacieron en la década de los sesenta y que se tardaron más de 30 años en ser materializadas. En todo ese tiempo, (y pese a los profundos cambios políticos) dichos proyectos fueron modificados, alcanzando un grado de madurez técnica y consenso político necesario para ser implementados.
Esta constatación, enciende una alarma respecto a la ausencia de un nuevo ciclo de inversiones que debería soportar el crecimiento futuro del Gran Valparaíso, cada vez más acelerado por la irreversible fusión con el Gran Santiago.
La sensación de falta de proyectos de desarrollo, tiene su correlato también en el ámbito urbano, donde la ausencia de proyectos públicos anclados en una visión de sustentabilidad y resolviendo problemas que ya están y que tienen perspectivas de largo plazo pueden terminar pasando la cuenta. Junto a ello, el agotamiento de las viejas ideologías para enfrentar el transporte y la obsolescencia de la institucionalidad urbana para enfrentar los problemas del crecimiento informal terminan congelando el desarrollo urbano y sometiendo a las distintas comunas a presiones que se profundizan y que son poco gobernables para las administraciones locales.
La experiencia acumulada, demuestra que cuando el Estado falla, el mercado actúa y las personas y comunidades buscan soluciones particulares. La discusión de UBER lo demuestra; la tecnología permite generar comunidades digitales para enfrentar el problema de la congestión frente a los enormes problemas de transporte público. Los cambios impulsados por la tecnología son irreversibles y si hoy el foco es el transporte, mañana puede ser la vivienda detonando nuevas aplicaciones del tipo de AIRBNB que coordine comunidades y personas, generando nuevas transacciones de mercado de tipo horizontal, donde la intermediación se produzca a través de un smartphone.
Hoy ha emergido el concepto de "Smart City". El Ministerio de Transporte ya creó una unidad al alero de dicha idea y la Intendencia Metropolitana de Santiago ya tiene su propio programa. En estricto rigor, nadie sabe muy bien cómo lo harán instituciones de realidad práctica como lo son el SERVIU o las Direcciones de Obras para coordinarse con la voluntad estatal de tener "Ciudades Inteligentes", pero hay nuevas formas que nacen y que están cambiando la faz de relaciones y decisiones de las personas.
Hacer crecer la buena política en materia urbana pasa, entre otras cosas, por acoger las nuevas tendencias e incorporar todas las sanas variables de la planificación con modos colaborativos y condiciones intersectoriales. Revisar los proyectos de inversión, coordinarlos con los instrumentos de planificación, abrirse a nuevos modos de transporte, valorizar los atributos ambientales, escuchar a la ciudadanía aprovechando la tecnología y colocar las inversiones cercanas a aquellos que más lo necesitan, son la base para despuntar conversaciones y darle apertura a la gestión política de calidad que dé vida a una nueva agenda de planificación para los próximos 15 o 20 años.
Marcelo Ruiz
*Integrante Corporación
Metropolítica
Gonzalo Cowley
*Integrante Corporación
Metropolítica