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"Pensar que Everton tiene que ser el equipo de una elite es estar en contra de la modernidad"

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Luis Cabrera del Valle

Antonio Martínez nunca ha ejercido como periodista deportivo. En su carrera siempre estuvo más cerca del cine y de la literatura. Y confiesa que nunca quiso acercarse a los escritores ni conocer a los directores. Con Everton le pasa lo mismo.

"Creo que mantengo una cierta distancia para que siga siendo un objeto incandescente, para que me siga gustando de la misma forma, para que me siga convirtiendo en un niño, de nuevo y siempre", asegura el autor del libro "Soy de Everton (y de Viña del Mar)", que este viernes será presentado a las 18.30 horas en el estadio Sausalito.

Su relación con el equipo de su ciudad natal la define como algo que simplemente "está en la naturaleza de las cosas".

"Siempre sentí muy intensamente al Everton como parte de lo que es uno, es una especie de documento de identidad, un RUT ciudadano. Era como era, hay cosas que no puedes preguntar, son porque sí", reflexiona Martínez, socio del club desde que su abuelo lo inscribió cuando tenía un año y dos meses de edad, el año 1954.

"Siempre supe que el Everton era parte de la sustancia de las cosas, así como yo sabía que vivía en Viña, que allá estaba el mar, y que frente a mi casa en la calle Quillota estaba la subida Los Lirios, que cada quince días se llenaba de gente que iba al estadio", rememora el periodista.

- Me queda claro que su relación con los colores oro y cielo es atávica. Quisiera saber cómo es su vínculo con el fútbol.

- Hay una cosa que siempre me ha gustado del fútbol. Cuando uno ve un partido, hay cosas claras: hay un equipo que te gusta y hay un equipo que no te gusta. Unos son los buenos y los otros son los malos. Además, sabes que esto dura noventa minutos y después se termina, es un mundo con las cosas claras, precisas y nítidas. En la vida en general las cosas no son así, todo es más ambiguo, no sabes con precisión dónde están las certezas. Y jugándolo, se relaciona con una amistad que es masculina, parecido al Oeste, de gente que se juntaba, donde sabes que uno es talentoso y otro no lo es, pero nada de eso importa, porque a la hora de jugar hay una cierta unidad colectiva y un cierto grado de camaradería y lealtad.

- Después de repasar la historia del club y mezclarlo con su sentimiento de hincha, cuáles cree que son los cinco personajes más importantes en el panteón evertoniano.

- René Meléndez es indudable, es indiscutible, figura del primer equipo de provincia que sale campeón, alguien muy pobre que a los 20 años llega desde el norte. En él se encarna una generación única. La revista Estadio siempre fue muy dura con Meléndez, lo criticaban por distante, por indiferente, por abúlico, y algunos de esos adjetivos son los que se han dicho de la ciudad con respecto a Everton. Me da la impresión que el jugador se contaminó con la misma ciudad, porque él se hizo un viñamarino más. Después está "Chicomito" Martínez, que es fundamental, por el tipo de juego que tenía, por la fortaleza, está en el título del 76 y después cuando descendemos. También Ricardo Contreras, porque fue arquero, entrenador y nunca perdió la fe: en sus compañeros, en la Virgen de Lo Vásquez, en la ciudad y en Everton. Y porque cortaba los centros con una mano. Del 2008 me quedo con Fernando Saavedra y Dalsasso, jugadores que han estado durante todo este periodo, ellos tienen una carga simbólica muy poderosa, en calidad no son Meléndez ni "Chicomito", pero encarnan lo que debiera ser el sentido del Everton, de pasión, de subir, de bajar, de seguir estando y empujando. También incluyo a Daniel Escudero, porque era goleador, y porque es un señor tan amable y silencioso.

- A la luz de la historia de la ciudad y el equipo, ¿cómo definiría a Viña del Mar?.

- En Santiago una vez me dijeron que Viña era una ciudad balneario y que Everton era un equipo de balneario. La persona que me lo dijo lo hizo con buena voluntad y ni siquiera sabe de fútbol. Pero existe esa sensación de que no hay una fuerza viva en la ciudad, sino que todo lo coloca la gente que viene de afuera, el turista, el santiaguino, el Festival de la Canción, que yo ni siquiera menciono en el libro. No se entiende la irradiación de la ciudad, no se entienden sus propias cadenas de conexión, que están entre el plan y el cerro, entre los Poniente y Santa Julia, entre los Oriente y Santa Inés, que están incluso entre los cerros sin nombre, que les pusieron los mismos nombres del plan, Chorrillos Alto, Forestal Alto, Miraflores Alto, por un tema aspiracional. Esa conjunción plan-cerro, que implica un desorden, implica no tener bien clara la identidad, pero implica también cierta energía y eterna ebullición. Eso es lo que necesita el equipo como identidad, tener conciencia del lugar al que pertenece, y el lugar al que pertenece tiene esa amplitud, no es solamente una idea de los años 50 o 60, de la avenida Los Castaños, del Chez Gerald, de los aperitivos al mediodía, de que se podía caminar tranquilo por las calles porque no había muchos autos, esa idea es anacrónica, la ciudad está destinada a ser cada vez más grande y cada vez más compleja. Creo que todo eso tiene que tener Everton, no sólo definiciones como equipo de ciudad balneario.

- Ese deseo choca con la historia, pensando en que Everton tiene un origen en la elite.

- Claro, tiene un origen de cuico. Queda reflejado en la carta de Salvador Allende para hacerse socio del Everton. Pero muchas cosas fundadas en Chile parten de la elite, porque era un país mucho más pequeño y solo la elite tenía conocimiento, decisión, poder de convocatoria y fundaban cosas. Pero con el tiempo todo está destinado a ampliarse, a no seguir pegados. Pensar que Everton tiene que ser un equipo pequeño y de una elite, es estar en contra de la modernidad, es pensar de manera enormemente provinciana, muy desgastada y muy anquilosada. El cambio se debe producir en la ciudad y en el equipo, yo entiendo que en Viña hay mucha gente provinciana, clasista, que quieren ser los escogidos, pero eso es un pensamiento un poco bárbaro. Ese pensamiento no tiene que ver con el mundo, sino con una aspiración rara y antigua.

- ¿Qué conexión tiene con Sausalito?.

- Yo vivía cerca y subía a jugar allí, nunca me bañé en la laguna porque decían que había "cueros" que te agarraban de los pies y te llevaban al fondo, pero sí iba a pescar carpas y pejerreyes. Y los jueves iba a ver como entrenaban los jugadores del Everton, para mí era muy próximo. Una vez un jugador, el Lorenzo González, me tiró un penal. Esto debe haber sido como el año 65 o 66…

- Es como la historia del penal que le atajó Roberto Bolaño a Vavá el año 62 en Quilpué…

- Ja, es cierto. En este caso éramos tres o cuatro niños que estábamos hinchando en la cancha, buscando las pelotas. Nos dijeron que nos pusiéramos al arco y nos iban a tirar un penal Lorenzo González, que pateaba muy fuerte. Creo que no le pegó muy fuerte, pero para mí fue un balazo. Lo hicieron para amedrentarnos, para que no siguiéramos molestando.

- También repasa en su libro al clásico rival. Hay un par de menciones en que le entra fuerte a Santiago Wanderers.

- Bueno, pero si Augusto Pinochet era wanderino. Después dijo que era colocolino, pero cuando la gente llega a ser dictador dice muchas cosas. Jajajaja. Es para molestarlos un poco y ser incordiante. Obviamente que está en la naturaleza de un wanderino y un evertoniano, si hay un clásico, meterle la pelota por donde sea al rival. Es el partido que lo deja feliz a uno. Pero hay que entender que es recíproco, y para que exista necesitas que el otro también exista. A lo mejor Viña y Valparaíso no serían como son si no estuvieran al lado. Uno que más quisiera que Wanderers existiera siempre. Para qué, para ganarle. ¿Y los wanderinos por qué quieren que estemos en Primera? ¡Para ganarnos! Eso está en nuestra naturaleza. Es la virtud de los rivales, cómo no sentir el viejo aprecio por el que está al frente, además cuántos jugadores estuvieron en los dos equipos, Raúl Sánchez, el "Chicomito" Martínez, Jaime Riveros. Y lo más importante, todos los ídolos que tienen wanderinos y evertonianos, si les preguntas a ellos ahora, dicen que quieren a los dos equipos, nadie siente ni desdén ni desprecio. Yo, sin ir más lejos, estuve el 69 en el estadio cuando Wanderers fue campeón, vi cuando dieron la vuelta olímpica.

- ¿Qué le deja en términos personales este libro?.

- Es el libro que más feliz me ha hecho. Me costó, porque uno como periodista tiene cierta distancia, y aunque no cuento intimidades, es más personal. Pero si por algo uno tenía que ser sincero, era por Everton de Viña del Mar. Y es porque ando preocupado todo el tiempo del equipo, me meto a twitter cuando jugamos afuera, me cuesta encontrar las transmisiones radiales…

"Yo entiendo que en Viña hay mucha gente provinciana, clasista, que quieren ser los escogidos, pero eso es un pensamiento un poco bárbaro"