Gobernanza participativa y responsabilidad cívica
Magíster en Comunicación Estratégica, periodista y
cientista política.
Directora Escuela de
Periodismo UAI Viña del Mar
@ktrajtemberg
Los diálogos ciudadanos organizados por la comuna de Quilpué y el Colegio de Arquitectos de Valparaíso son un acierto. La posibilidad de que los cambios se realicen en consonancia y con la participación de la ciudadanía, es una iniciativa loable, sobre todo en los momentos de apatía política -e incluso indignación- que vivimos hoy.
Dos consideraciones al respecto. En primer lugar, cabe resaltar las palabras del ministro de Obras Públicas, Alberto Undurraga, que habló de "gobernanza participativa", un término absolutamente adecuado cuando se trata de mejorar la imagen de la política. Abriendo las puertas a la ciudadanía y dándole cabida en esta actividad, es posible mejorar en algo la imagen negativa que hoy tiene.
No es fácil, porque la compleja situación de hoy requiere de medidas que no estoy en condiciones de imaginar de manera concreta. Pero al menos este tipo de actividades son un avance, pues por la vía de abrir la actividad a los votantes, para que estos puedan dimensionar la labor que hacen alcaldes, concejales, diputados, senadores y gobiernos regionales, es posible lograr una mayor empatía, pero también más y mejor transparencia, cualidad necesaria si se quiere salir del abismo del negativo imaginario colectivo.
Una segunda consideración tiene que ver con el trabajo del ciudadano en estas instancias. Porque nada saca el alcalde Mauricio Viñambres con realizar el esfuerzo de reunir líderes comunales, regionales y nacionales, si los habitantes de la Ciudad del Sol no participan. Es aquí donde apelo a la responsabilidad del chileno. Porque nos encanta criticar, expresar nuestra opinión en redes sociales y vilipendiar a cualquiera de manera anónima. Pero otra cosa es con guitarra. Si tenemos la posibilidad de participar, de dar nuestra opinión con nombre y apellido e influir -en este caso- en la gestión comunal, ahí es cuando hay que hacerlo. Y mucho más cuando se trata de decisiones a nivel país.
No suena lógico que 7,6 millones de chilenos (según las mediciones de 2015) se conecten a diario a Facebook y opinen de un cuánto hay, pero cuando se debe influir de manera institucional, ejerciendo el voto, menos del 50% de la población habilitada lo haya hecho en la última presidencial (menos de cinco millones).
Por eso, cuando la política pasa por su momento más bajo en los últimos 30 años y cuando nos enfrentamos a cambios radicales, ya no hablando desde la comuna, sino en el plano nacional, los chilenos tenemos que hacer uso de la tan desaparecida responsabilidad cívica. Y no sólo para criticar, sino para proponer.
La discusión sobre la nueva Constitución es un buen momento para comenzar a participar. Así como el plebiscito de 1988 dividió al país en torno al "Sí" y al "No", pero lo unió en la conciencia participativa, la nueva Carta Fundamental debe aglutinar a los chilenos en la comunión de ideas, en la necesidad de que este texto realmente sintonice con un país que ha cambiado y que requiere de nuevas reglas.
Para eso, la labor del gobierno es esencial. Pero la labor de los ciudadanos es irreemplazable. ¡A dialogar se ha dicho!
Karen Trajtemberg